domingo, enero 20, 2013

cuotas a escuelas mexicanas: el cuento de nunca acabar

En plena época de reformas escolares (como desde hace 25 años), las cuotas escolares vuelven a ser un tema de discusión. La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos mandata que las escuelas públicas deben ser gratuitas. Sin embargo, los gobiernos mexicanos han sido tan poco efectivos en crear una economía sana y fuerte que sigue administrando la pobreza y la ignorancia. Nuevamente el congreso mexicano trata de hacer cumplir la constitución:

La Comisión Permanente del Congreso de la Unión aprobó un punto de acuerdo de urgente y obvia resolución para exhortar a las secretarías de Educación Pública federal y a las estatales a garantizar que la instrucción que imparte el Estado sea gratuita y no esté condicionada al pago de cuotas escolares. Ricardo Mejía Berdeja, diputado por Movimiento Ciudadano (MC) observó sobre el artículo transitorio quinto, en su fracción III, en el inciso A de la reforma constitucional en materia educativa, porque consideramos que al hablar de autonomía de gestión, de compra de materiales, de mejorar infraestructura, involucrando para tal efecto a los padres de familia, no es otra cosa que abrir la puerta a las cuotas escolares.  Recordó que en México “ya es una práctica común, que con el pretexto de materiales, mejorar infraestructura, hacer festejos del maestro o de diferente índole, se le pasa la charola a los padres, se hace la coperacha para decirlo en términos coloquiales y esto implica una erogación para las de por sí familias mexicanas que viven tiempos difíciles.

Pero, en realidad el sistema escolar mexicano es endeble, ni siquiera tenemos suficientes escuelas y menos para la población más vulnerable. En pleno siglo XXI los ciudadanos mexicanos aspiran a una vida del siglo XIX:

En Tamaulipas, niños y niñas reciben educación en espacios habilitados; en tres cuartos de madera adaptados como salones de clases, y en viviendas abandonadas vueltas a pintar, con hules en lugar de ventanas para mitigar el frío, 226 niños de entre cuatro y seis años de edad intentan recibir educación preescolar. En los tres salones de madera que tenemos no caben los niños, por eso los papás arreglan las casas cercanas que fueron abandonadas (por miedo a la delincuencia) y ahí llegan los maestros y los niños a tomar sus clases, hasta que nos dejan, porque luego en la tarde llegan personas a ocupar esas casas que no tienen dueño, dice Mónica Cecilia Rosas López, la directora del plantel. Hasta julio pasado, Las Brisas, un conjunto habitacional de 8 mil viviendas, ubicado al poniente de Matamoros, carecía de un jardín de niños. Un equipo de siete maestros, encabezados por Mónica Cecilia Rosa, organizaron a los padres de familia y juntos consiguieron de la Secretaría de Educación de Tamaulipas la clave para empezar el ciclo escolar 2012-2013. Fue así como nació el jardín de niños Rodolfo Torre Cantú, nombre del candidato del PRI a la gubernatura del estado asesinado en la capital del estado días antes de las elecciones de 2010. “Pero (la clave) es lo único que la secretaría nos ha dado, todo lo demás lo hemos conseguido con el apoyo de los padres de los alumnos, con pedir acá, con gestionar allá; es un esfuerzo muy grande porque pensábamos que los recursos iban a fluir y al ver a los niños sentados en ladrillos, en banquitos, nos hemos encontrado con que no, y ni modo de decirle a los padres ‘muchas gracias, ahí nos vemos’”.

El sistema escolar mexicano público sigue siendo sostenido con el dinero de las familias de los grupos más vulnerables: educación pobre que no puede romper con el círculo de pobreza. Mientras tanto el gobierno federal considera que es más importante comprar un avión para que el titular del poder ejecutivo pueda viajar tranquilamente y hacer turismo político.




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