Francesco Tonucci, en su libro "La Ciudad de los Niños" nos presenta una visión apocalíptica de las grandes ciudades contemporáneas. Las ciudades de hoy, escribe, están pensadas para dos cosas: defenderse y comprar. Han perdido su atmósfera de participación comunitaria.
Los ciudadanos han decidido vivir en un ambiente defensivo. La casa o el departamento se imaginan y se habitan como una especie de refugio antiatómico: afuera, el peligro, los malvados, el tránsito, la droga, la violencia, la amenaza; adentro, la seguridad, la autonomía, la tranquilidad, la casa de ladrillo de los tres cochinitos, el castillo rodeado de muros y puente levadizo. Las puertas blindadas, las cámaras, el sistema de alarma. Los ciudadanos de hoy se recluyen por decisión propia a los interiores y demonizan la vida pública, la plaza y la calle. A los niños, las niñas y jóvenes los acorralamos en ambientes cerrados: la casa o departamento, los centros educativos, los centros comerciales.
Sin embargo, la sensación de seguridad que otorga el encierro no siempre corresponde con la realidad. Tratamos que los niños y las niñas se alejen de las tentaciones de la calle, y los hacinamos, los arrinconamos, tratamos de controlar y planear todas sus actividades en los centros educativos. Pensamos, tal vez con demasiada ingenuidad que encerrar a los niños, a las niñas y los jóvenes en los centros educativos bien vale la pena. Quizá los exponemos a otro tipo de peligros.
Muchas de las escuelas públicas de la Ciudad de México están rodeadas de calles en donde se presenta con demasiada frecuencia la violencia. Respiramos por un momento sabiendo que quizá las bardas escolares, las rejas, los porteros, alejen a los niños y niñas de los peligros callejeros. Una nueva mirada, ahora al interior, nos muestra que la violencia no se queda en las calles, persiste en el interior de los centros educativos: maestros que maltratan a sus pupilos, maestros que no respetan los derechos de sus colegas, niños y niñas que hacen la vida imposible a otros niños y niñas, padres de familia que hostigan y golpean a maestros.
Es posible que la solución no se encuentre en las bardas, el encierro y la desconfianza en los niños, las niñas, los jóvenes y los ciudadanos.
1 comentario:
le leche milko!!!!!!!1
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