México tiene una serie de retos en su búsqueda de la democracia, como por ejemplo, erradicar la pobreza y la desigualdad. Sin embargo, desde el Virreynato de la Nueva España no ha logrado escapar del fenómeno de la corrupción. Como parte de la idiosincracia de nuestro país la corrupción pasea por las calles, las oficinas gubernamentales, los negocios y en las aulas de las escuelas de educación básica y de las universidades. Se calcula que los mexicanos gastan el 15% del PIB en este tipo de prácticas. ¿La corrupción forma parte del currículum oculto? ¿Qué aprendizajes cotidianos en las aulas recrean el mundo social de la corrupción? ¿Qué acciones o estrategias usamos los profesores que fomentan la corrupción en los jóvenes?
Estudios recientes realizados por la UNESCO muestran que la corrupción es una práctica cotidiana y frecuente en nuestro sistema educativo. Las prácticas relacionadas con la corrupción van desde el estudiante que "compra" las respuestas de un examen; el profesor que solicita "favores" a sus estudiantes o a su líder sindical para conseguir una plaza; las autoridades educativas que "maquillan" las evaluaciones para no perjudicar a su partido político; padres y madres de familia que amenzan a los profesores por "ser abusivos" y no comprender la situación específica de sus retoños. ¿Y si los mexicanos decidiéramos invertir ese 15% del PIB en el combate de la pobreza y en educación? Tal vez comenzaríamos a construir un camino para fortalecer nuestra democracia.
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