Uno de los síntomas más frecuentes en las sociedades modernas es la mentira para obtener ganancias. El modelo capitalista se basa en las ventas masificadas a millones de usuarios o clientes, y los políticos han incorporado esta mentalidad para obtener triunfos en las urnas mediante mentiras. Muchas de las promesas de los políticos mexicanos de los últimos 40 años son simplemente mentiras "blancas" realizadas con buenas intenciones y mala fe. Esto de mentir de manera regular parece uno de los grandes problemas de las sociedades del siglo XXI:
Un simple experimento realizado en el 2012 por Raúl López Pérez y Eli Spiegelman, de la Universidad Autónoma de Madrid, reveló que los estudiantes de Negocios y Economía tienden a mentir con mayor frecuencia.
El estudio que elaboraron buscaba saber si factores como el género o la religión hacían a los individuos más propensos a mentir, y quitaron incentivos como el altruismo o el miedo a ser descubiertos.
El método consistió en determinar a un emisor y a un receptor, el primero era sentado de manera aislada frente a una pantalla que emitía círculos azules y verdes, después le comunicaba al segundo el color del círculo que aparecía, sin que el receptor pudiera ver los círculos ni al emisor.
Por indicar círculos verdes, el emisor recibía 15 euros y 14 por los círculos azules, mientras que el receptor recibía 10 euros sin importar el color, por lo que no lo afectaba la precisión u honestidad del emisor.
Cuando aparecían círculos verdes no había mayor problema, los emisores recibieron la mayor ganancia, sin embargo, cuando aparecían azules, aparecía la disyuntiva entre decir la verdad y perder un euro o mentir con la facilidad de saber que no se afectaba a nadie.
Los participantes pertenecían a estratos sociales variados y los estudiantes de licenciatura y maestrías fueron agrupados de acuerdo con su especialidad (humanidades; negocios y economía; y otros como ingeniería y ciencia).
Los resultados no mostraron grandes diferencias en cuanto a honestidad dependiendo del género o religión, sin embargo, sí destacó el grupo de estudiantes donde los de humanidades resultaron ser los más honestos, pues dijeron la verdad más de la mitad de las veces, el grupo de estudiantes englobado en otros fueron menos honestos, el 40% de las veces dijeron la verdad sobre los círculos pero los estudiantes de economía y negocios se llevaron la corona pues solo 23% de las veces dijeron la verdad.
Y aquellos que se encuentran en los niveles más prósperos han creado un cultura para mentirse a si mismos y evitar vivir en las contradicciones del mundo real. Es mejor sentir que tienes un poder "mágico" para explicar tu fortuna que aceptar la desigualdad y la mera suerte de nacer en mantas de seda:
Los conductores de coches de lujo son de tres a cuatro veces más propensos a violar la ley, y no se detienen en un cruce peatonal.
- Dada la oportunidad, los participantes más ricos tomaron dos veces más dulces destinados para niños en comparación con los participantes más pobres. - Los ricos mintieron cuatro veces más a menudo en juegos de dados cuando el premio estaba en la línea.
Por supuesto, los ricos rompieron las reglas y jugaron agresivamente porque esa es la forma en que todos piensan que se hicieron ricos. Esas son, en esencia, las habilidades que se relacionan con el éxito.
Sin embargo, el estudio más interesante de Piff muestra el poder del dinero para corromper. Usando un juego de Monopoly amañado, Piff enfrenta a dos sujetos. Un volado determina qué sujeto será intrínsecamente más rico que el otro, conseguirá más dinero para empezar, más dinero cuando cruzan "go", y jugando con dos dados en lugar de uno. Al final del juego, los sujetos más ricos ganan inevitablemente. Pero curiosamente, cuando se les pregunta, aún sabiendo que se les dio todas las ventajas en el juego, dijeron que merecían ganar.
La mentira tiene una compañera que la hace inmune a decir la verdad; la ignorancia. Cuando la riqueza y el poder no tienen nada que ver con las capacidades, la ignorancia sienta sus reales:
El cognicidio es un problema que enfrentan los humanos para sobrevivir a un mundo cambiante donde la batuta la llevan los países desarrollados, de acuerdo con Marcelino Cereijido, profesor del Departamento de Fisiología Biofísica y Neurociencias del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados (Cinvestav), del Instituto Politécnico Nacional, quien acuñó ese término.
“El cognicidio significa matar el conocimiento. El conocimiento no es como la información que se puede guardar en la memoria de computadoras: se le debe poseer y usar. Todo organismo sobrevive siempre que sea capaz de interpretar la realidad”. Para él, la divulgación de la ciencia debe combatir la superchería, los fanatismos y dogmatismos que imperan en el país. Los países tercermundistas deben hacer ciencia, tecnología e innovación para sobrevivir: Si un campesino mexicano pierde su trabajo en Yucatán, donde vivía del yute, porque llegó una empresa que fabrica nylon, tiene que migrar. Si consigue un empleo en un sitio donde se hacen cámaras fotográficas de 10 megapixeles, la ciencia y la tecnología le habrán cambiado la realidad, su situación es igual a la del ejemplo anterior, porque está a años luz del conocimiento que se necesita para habitar esta realidad con cosas que produjo el primer mundo. En la sociedad mexicana hay algunos dramas o tragedias que imperan: “El primer drama es no tener ciencia en el siglo XXI, en el que ya no queda prácticamente nada que se pueda hacer sin ella y sin la tecnología. La salud pública, el transporte, la comunicación, hasta la diversión: todo depende directa o indirectamente de la ciencia.
“El segundo es que con el analfabetismo científico (que significa no poder interpretar la realidad sin recurrir a milagros, revelaciones, dogmas ni al principio de autoridad) el afectado es el primero en reconocer su tragedia. Lo vemos a diario: poblaciones que padecen inundaciones cada temporal, carestía en la comida, medicamentos, agua, pero como le falta el conocimiento sobre ciencia no puede entenderlo, aunque se lo expliques. Y no sólo le pasa al campesino que vive en la sierra, le pasa al Estado.
“Nos dicen ‘tenemos muchos problemas a los que urge una solución, pero en cuanto los resolvamos vamos a apoyar a la ciencia’; consideran que en México todos los problemas son económicos, cuando la variable es el conocimiento en el mundo moderno, no la economía. Somos pobres porque no hay conocimiento. No al revés”, precisó el investigador, quien desde hace 17 años pertenece al Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia, pero en ninguna ocasión han buscado para asesorar algún tema relacionado con su especialidad: fisiología celular y molecular.
Para muestra, un caso emblemático mexicano. Autoridades mexicanas gastan un dineral por un pedazo de plástico "mágico":
En el video puede verse a un militar con un aparato de plástico provisto de una antena, caminando en un galerón que contiene ocho cajas blancas colocadas en el suelo, en línea recta. Una de éstas contienen estupefacientes y cartuchos, pero el uniformado no sabe en cuál. El artefacto es un detector molecular que supuestamente localiza drogas, armas y explosivos. Sus creadores lo comercializan con el nombre de GT200; los soldados lo llaman la ouija del diablo. Cuatro cámaras registran los movimientos del operador, quien camina despacio a un costado de la hilera de cajas. Llega al final de la fila. Se detiene. Regresa lentamente al punto de partida. Otra pausa. Empieza otra vez. Así lo hace en dos, tres, cinco, siete intentos… Y nada: el aparato no vira en dirección de ninguna de las cajas. Durante el octavo intento, el militar se detiene entre las cajas 5 y 6. Respira. Cruza con lentitud entre ambas. Intenta de nuevo. Dos, tres, cuatro veces más. La antena del aparato apunta a la caja 3. Error. La muestra prohibida estaba en la caja 5. Este experimento, realizado el 21 de octubre de 2011 en la Academia Mexicana de Ciencias, a petición de un juzgado de Cuernavaca, Morelos, se repitió en 20 ocasiones. Sólo hubo tres aciertos. El objetivo del ejercicio era demostrar la eficacia del detector molecular GT200, usado en la búsqueda de explosivos, armas y drogas. Para ello se escondieron, sin que el militar lo atestiguara, mil 630 cápsulas de Itrabil con Clobenzorex, 33 cápsulas de Obeeclox con Clobenzorex, 3 cartuchos calibre 9x19mm y uno calibre 38 en una sola caja. El video que demuestra que el detector molecular GT200 es ineficaz para detectar drogas y armas. Sin embargo, la empresa inglesa que lo comercializa, Global Technical LTD, sostiene que, a través de unas tarjetas tipo Ladatel que se meten al equipo, su detector localizaba en un máximo de 20 segundos, a 4 kilómetros de distancia desde el aire, además de narcóticos y explosivos, seres humanos vivos, cadáveres, tabaco, dinero en efectivo, uranio, venenos, marfil… Este video, que forma parte del único peritaje científico de campo realizado en México al GT200, está siendo utilizado ahora mismo en un juicio por fraude que se le sigue en Londres, Inglaterra, a los creadores de estos aparatos. El peritaje realizado en la Academia Mexicana de Ciencias demuestra que los empresarios ingleses que crearon la ouija del diablo defraudaron al gobierno federal mexicano y a 27 gobiernos estatales al venderles mil 112 equipos, por los que se pagaron unos 450 millones de pesos, según información obtenida a través del Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (IFAI). Los artefactos fueron comprados entre 2004 y 2012, y han sido utilizados en retenes militares, operativos policiacos y otras tareas de seguridad por una decena de instituciones federales, entre las que están las secretarías de la Defensa Nacional (Sedena) y Marina (Semar), Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Procuraduría General de la República (PGR). Los “señalamientos” del GT200 han sido motivo para encarcelar inocentes, como Ernesto Cayetano, un mixteco que estuvo preso en Coatzacoalcos, Veracruz, y Juanita Velázquez, quien permaneció dos años en el penal de Atlacholoaya, Morelos. Ambos fueron liberados al comprobarse la ineficacia del aparato.
El caso llega a Inglaterra que, por supuesto, declaran que el mentado aparato es un fraude (que se vende muy bien en países tercermundistas como México):
El jurado británico encargado del juicio contra Gary Bolton, creador del detector molecular GT200, usado en México en la localización de explosivos y narcóticos, bautizado en el Ejército como la “Ouija del Diablo”, finalmente dio su veredicto en la Corte Criminal Central de Londres y lo declaró culpable de fabricar y comercializar sus artefactos falsos con gobiernos del mundo. El empresario vendió en México mil 112 artefactos a una docena de instituciones federales y a 27 gobiernos estatales por alrededor de 450 millones de pesos. Sin embargo, no existe en México ninguna investigación contra los responsables del desfalco. Después de tres días de deliberación, 11 de los 12 jurados británicos votaron en contra del dueño de la empresa Global Technical LTD. El juez Richard Hone señaló sobre el veredicto que “claramente los delitos son muy serios”. El hombre de 47 años, que hizo una fortuna estimada en más de 3 millones de libras anuales, lo que es equivalente a 59 millones de pesos. Bolton será condenado el 20 de agosto y podría alcanzar una sentencia de 10 años de cárcel, la pena máxima para dichos delitos, según reveló una fuente de la Oficina Anticorrupción en el Extranjero de la policía de Londres. El físico Luis Mochán, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fue solicitado como testigo por la fiscalía británica en el juicio contra Bolton, por realizar en México un peritaje de campo, con la participación de operadores militares, que probó la nulidad del equipo en octubre de 2011. El científico, que viajó a Londres para testificar contra el británico, dijo del fallo: “Espero que el gobierno mexicano haya aprendido la lección y apoye a la comunidad científica”. Su primer cliente fue la Procuraduría General de la República (PGR) al adquirir de tres a siete equipos, al siguiente año Petróleos Mexicanos (Pemex) comenzó a comprarlos hasta sumar 54, y la Sedena hizo compras masivas de 2007 a 2010 hasta contar con 742 aparatos.
¿Pasarían los políticos mexicanos el sondeo de esta ouija del diablo? ¿Se detectarían las promesas que van a cumplir? ¿Se descubrirían los intereses ocultos? Quizá sus discursos se parecen a la efectividad de la dichosa ouija del diablo. Mientras la ignorancia siga siendo privilegiada, seguiremos como la selección mexicana de fútbol.... inflando nuestra realidad y sobreviviendo de milagro.
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