El desarrollo económico del Siglo XXI, según los pronósticos de los expertos, se basará en el la innovación científica y tecnológica. Si estos pronósticos son sólidos, entonces, los gobiernos deberían estar interesados en impulsar y fortalecer estas áreas. Resulta paradójico para un país sin vías de desarrollo, como México, que no existan programas útiles sobre ciencia y tecnología y que los investigadores consideren que vamos “como los cangrejos”. Según una encuesta internacional sobre desarrollo tecnológico e investigación México obtuvo 30 puntos sobre 100.
Los avances en la ciencia y la tecnología en el tercer mundo todavía tienen que vencer las ideas y creencias arraigadas en nuestra “mente pre-científica”. Los mexicanos no hemos asimilado que la derrota de nuestros pueblos indígenas también se estableció por la ventaja tecnológica de los españoles. En lugar de utilizar nuestro realismo mágico para la innovación en la ciencia y tecnología, y ayudarnos a resolver nuestros propios problemas, lo utilizamos como un mecanismo de resistencia, apelando a la nostalgia y a un pasado que tal vez nunca existió.
La mayoría de las familias mexicanas tienen la esperanza de que sus hijos alcancen profesiones liberales, como la de abogado o médico, para mejorar su futuro. La educación tecnológica está vista como la última opción, como para aquellos que no tienen la suficiente inteligencia para esas profesiones liberales. También los distintos gobiernos del país reflejan ese tipo de creencias y dejan a la educación tecnológica como una actividad poco relevante, olvidan que la tecnología es una de las áreas en donde la creatividad e imaginación son sumamente importantes. El enfoque actual considera a la ciencia e investigación como un complemento para la educación y no una área sustantiva para la construcción de un mundo mejor.
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