El país no encuentra el camino para alcanzar mejores posibilidades de bienestar en el siglo XXI. La administración de la pobreza y la ignorancia en conjugación con el autoritarismo mágico es una buena ecuación para el tercermundismo. Desde hace 200 años los científicos más reconocidos han intentado cambiar las ideas de los gobernantes, y a veces, de la sociedad mexicana. Pero, la realidad es muy concreta la ciencia y la innovación no solo puede vivir de discursos de los políticos:
Al no contar con una verdadera política de Estado en materia de ciencia y tecnología, en México acabamos haciéndole la tarea a los países desarrollados. Hay campos del conocimiento en los que estamos produciendo nuevos saberes, pero no se aplican porque no hay interés de la iniciativa privada o el sector público, advirtió Carlos Artemio Coello Coello, experto en computación y ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2012, en la categoría de ciencias físico-matemáticas y naturales. El catedrático del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados (Cinvestav), del Instituto Politécnico Nacional, subrayó que en nuestro país aún no hay un cambio de paradigma para hacer de la ciencia y la tecnología el motor de desarrollo nacional, y considerarlas alternativa para abatir el subdesarrollo.
–¿Por qué en México no se aplica mucho de lo que los científicos mexicanos producen en sus campos de especialización, como la computación evolutiva?
–El problema con áreas como la mía es que cuando no encuentras a un empresario interesado en aprovechar ese conocimiento, y te dedicas a la parte de la investigación básica, prácticamente les hacemos la tarea a los países desarrollados, porque ellos van a la literatura y dicen este algoritmo me gusta, lo implementan y el beneficio es para ellos. Están generando riqueza con el trabajo que hacemos nosotros, porque nuestro sistema de evaluación nos pide que publiquemos en revistas de Estados Unidos, de Europa o en las mejores del mundo, y en realidad estamos generando la tecnología para ellos, porque son quienes la acaban usando en beneficio de su propio país, y están en todo su derecho, porque nosotros la dejamos como un conocimiento libre.
El temor de los gobernantes al conocimiento ha impedido que el país tenga un sólido sistema de educación superior y el interés de administrar la pobreza ha perpetuado un sistema de educación básica de mala calidad. Este cóctel genera a millones de ciudadanos con pocas opciones para crear su futuro y perseguir su felicidad:
A finales de 2012, 72 por ciento de los estudiantes de licenciatura o ingeniería asiste a instituciones públicas, mientras que 28 por ciento restante estudia en una institución privada.
Cifras oficiales de la SEP señalan además que alrededor de la mitad de los jóvenes de escasos recursos estudia en universidades públicas federales y estatales, mientras que la otra mitad ya no estudia o acude a una institución que no tiene planes de estudio de calidad.
Sin embargo, los jóvenes de bajos recursos representan menos de la tercera parte de toda la matrícula de educación superior del país, de modo que son quienes siguen excluidos de poder lograr una profesión para mejorar su nivel de vida. Cifras oficiales indican que cinco de cada diez estudiantes universitarios de bajos recursos asisten a una institución particular, que por lo general carece de programas académicos de calidad, lo cual puede retrasar su inserción en el mercado laboral cuando concluyan la carrera o reducir sus posibilidades de obtener un empleo bien remunerado.
Esa inequidad educativa no sólo representa una injusticia social, sino que también impedirá que México transite por la senda de la competitividad global.
Las brechas de inequidad en la cobertura y la calidad siguen siendo un patrón recurrente en México. Las políticas centralistas de los gobiernos revolucionarios han creado un monstruo en el centro del país dejando la periferia abandonada:
La brecha en la cobertura de la educación superior en el país es de tal magnitud, que mientras el Distrito Federal alcanza una cifra de 71.2 por ciento, hay 12 estados que tienen un número menor a 30 por ciento. En Chiapas y Oaxaca, sólo 19 por ciento de los jóvenes en edad de ir a la universidad lo hacen y en Quintana Roo –entidad con el índice más bajo– la cifra es de apenas 18 por ciento.
De acuerdo con el informe Avances de la educación superior 2006-2012 de la Secretaría de Educación Pública (SEP), las entidades con la más baja cobertura son, además de las antes citadas, Guanajuato (22.7 por ciento), estado de México (24.8 por ciento), Tlaxcala (25.4 por ciento), Michoacán (27.4 por ciento), Durango (27.7 por ciento), Baja California (28.4 por ciento), San Luis Potosí (29.3 por ciento) y Yucatán (29.8 por ciento).
La disparidad entre la capital del país, con el mayor porcentaje de cobertura, y los estados que tienen las mejores proporciones todavía es elevada, ya que después del Distrito Federal, con 71.2 por ciento, siguen Sinaloa, con 43 por ciento; Sonora, con 41.9 por ciento, y Nuevo León, con 41.6 por ciento.
Así, mientras la matrícula de educación superior en el Distrito Federal es de más de medio millón de estudiantes, Jalisco cuenta con poco más de 200 mil alumnos en este nivel educativo; Puebla, con alrededor de 190 mil jóvenes, y Nuevo León con más de 160 mil estudiantes.
El temor al conocimiento, el miedo irracional de los gobiernos del partidazo a los estudiantes universitarios, y el desinterés de la sociedad mexicana por la sabiduría siguen vigentes. Necesitamos romper con tales atavismos.
1 comentario:
Accidentalmente, llegue esta mañana a su blogg y me parece sumamente interesante y objetivo.
Estoy totalmente de acuerdo con lo que usted menciona, pues yo soy estudiante universitario y soy testigo de la baja calidad educativa que nos da el gobierno, pero mas aún me da coraje el que el alumno se sienta indiferente a este aserto, y solo trate de estudiar por pasar.
Actualmente como están las cosas yo soy partidario de una educación autodidacta.
saludos
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