Una de las características más cuestionables del sistema nacional de educación básica consiste en que no propicia el desarrollo profesional de los docentes. El sistema de formación profesional y de actualización o capacitación sigue respondiendo a un esquema que considera que los docentes son técnicos que aplican un programa diseñado de manera estándar. La realidad es que cada alumno es un caso, cada escuela una situación especial, cada región un contexto diferente:
En el último año, cuatro de cada seis profesores del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) que imparten clases en preescolar, primaria y secundaria reprobaron el examen nacional de actualización que mide los conocimientos que ellos tienen para facilitar que más de 24 millones de niños en México aprendan matemáticas, español y ciencias, entre otras. En un informe de la Secretaría de Educación Pública (SEP) que la dependencia realizó para el cuarto Informe de Gobierno, se destaca que este nivel de reprobación de los maestros en servicio se ha mantenido los últimos tres años. La propia dependencia califica a esta situación en la que sólo acreditan 50% de los maestros participantes en los exámenes nacionales como “foco rojo”. Los resultados de esta prueba se consideran “como parte del proceso de formación del docente y no como un mecanismo de selección o clasificación que enjuicie la calidad profesional del maestro”, dice la SEP.
El gobierno federal sigue imaginando el sistema educativo como una enorme fábrica que produce litros y litros de conocimiento y a los maestros como el operario que llena y llena las cabezas de los estudiantes con ese conocimiento. A pesar de que ya no existe ninguna teoría que de sustento a este diseño pedagógico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario