Desde hace ya muchas décadas se ha vendido la idea de que con un poco de suerte la economía puede crear las condiciones para alcanzar el bienestar en la sociedad mexicana. Nada ha ocurrido. México sigue siendo una enorme fábrica de pobres. La venta de materias primas, sumado a la administración de la pobreza, nos sigue manteniendo en el tercermundismo:
La proporción de mexicanos en pobreza es tan alta como hace dos décadas. 52 de cada 100 habitantes del país quienes viven en esa condición. Las tasas de pobreza en estados como Chiapas, Guerrero y Oaxaca son 10 veces más altas que en entidades como Nuevo León, Distrito Federal o Baja California. Un reporte del Banco Mundial (BM) afirma que “La pobreza monetaria –ingreso insuficiente para adquirir una canasta básica de alimentos, además de tener al menos una carencia en cuanto a vivienda, infraestructura, salud, seguridad social y seguridad alimentaria– creció en México entre 2006 y 2012, hecho que rompió una tendencia de una década de reducción de la pobreza en el país”.
“Una visión de largo plazo, utilizando datos que abarcan dos décadas de mediciones de la pobreza, muestra que las tasas de pobreza monetaria en 2012 fueron similares a las que existían en 1992. La reducción neta en las tasas de pobreza moderada y pobreza extrema –ingreso insuficiente para adquirir una canasta básica de alimentos– fue de sólo 0.8 y 1.7 puntos porcentuales, respectivamente, en los últimos 20 años”, añadió el organismo en el documento Estrategia de asistencia a México para los años 2014 a 2019.
Uno de los principales motivos es que la sociedad mexicana y los políticos no han dejado atrás el pensamiento virreynal. Se insiste en creer que la venta de materias primas y la superstición nos llevará al siglo XXI. No invertimos en educación de buena calidad, no invertimos en investigación científica aplicada. La ciencia incluso ayuda a mejorar la industria del turismo:
Los problemas sociales que necesitan solución en el país como la inseguridad, pobreza y el desarrollo sustentable son situaciones multidisciplinarias que pueden mejorar los científicos del país, aseguró Enrique Cabrero Mendoza, director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), durante la firma del Convenio Sectorial Sectur-Conacyt para apoyar la industria turística nacional. Añadió que los grupos de investigación dedicados a las ciencias sociales requieren un mayor apoyo. Hay una enorme agenda donde la ciencia pueda apoyar a la inseguridad y otros problemas, que van desde aspectos sociales, médicos, ingeniería y hasta de nanotecnología.
Enrique Cabrero Mendoza opinó que el turismo también es un sector en donde los grupos de ciencias sociales –antropología y sociología– tienen mucho que hacer, sobre todo en temas como análisis de cadenas productivas y fomento del turismo social, el cual se caracteriza en el país por ser improvisado.
Algunos de los programas con más éxito son la evaluación de desempeño de los destinos turísticos, análisis de mejores prácticas y generación de una metodología para la clasificación hotelera, alineación de programas de estudio de educación turística, metodología para la asignación de recursos a estados para la promoción turística, un plan de adaptación ante el cambio climático en ocho destinos turísticos estratégicos: Acapulco, Riviera Maya, Los Cabos, Puerto Vallarta, Nuevo Vallarta, Mazatlán, Veracruz, Zihuatanejo, Huatulco y Cancún.
Una de las grandes deficiencias de la investigación científica es que el gasto va a asuntos administrativos y no inversiones a proyectos de investigación:
El desarrollo de la investigación científica, en desarrollo e innovación en México enfrenta un escollo de considerables proporciones, porque 78.32 por ciento del presupuesto federal se destina al gasto corriente para cubrir los rubros de sueldos y prestaciones sociales, gasto para que las organizaciones operen adecuadamente (papelería y equipos de cómputo) y subsidios consistentes en ayudas de carácter social.
La Dirección de Servicios de Investigación y Análisis de la Cámara de Diputados refiere que sólo 21.68 por ciento del gasto autorizado se utiliza en gasto de inversión para la modernización y ampliación de las actividades en investigación.
El análisis, elaborado por el economista Reyes Tepach, en San Lázaro, señala que la relación directa entre el crecimiento de la actividad económica del país con el desarrollo de la ciencia y la tecnología incrementan su productividad. Esa relación se complementa con la gestión empresarial y la idea de insertarse en el ámbito de la globalización.
Por otra parte, el país no tiene los suficientes científicos. Hay pocos profesionales y menos que se dediquen a la investigación científica, principalmente porque no hay trabajo para los científicos:
El problema de la ciencia en México no es de calidad, sino de cantidad, dijo Ruy Pérez Tamayo, profesor emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Nosotros tenemos científicos del mejor nivel internacional, la calidad no es problema nuestro; es la cantidad, es el número de gente que se dedica a la ciencia, dijo.
En México, hay un promedio de cinco científicos por cada 10 mil personas económicamente activas, mientras países como Japón tienen un promedio de 70 por cada 10 mil habitantes.
Y el problema no es sólo que haya poca difusión y poca oferta de trabajo, sino que no hay dónde trabajar. La mitad de los alumnos que he tenido laboran en el extranjero, porque se fueron a hacer estudios de posgrado, regresaron a México, y no hay dónde trabajar. No se abren nuevas plazas, no se crean nuevas instituciones.
Por ello, la participación de los mexicanos es ínfima. Nótese el aumento en la participación de China en el tema:
De 2008 a 2012 la participación de México en el total de artículos científicos publicados en revistas arbitradas del mundo fue de 0.8 por ciento, lo que contrasta con la de Estados Unidos, que alcanza 27.61 por ciento, o las Alemania (7.5 por ciento, Japón (5.8 por ciento), India (3.6) y Brasil (2.72). De acuerdo con el informe Desempeño en ciencia e innovación del G20, de Thomson Reuters, que incluye la presencia de los integrantes del G20 en la plataforma Web Of Science –que incluye más de 10 mil revistas de ciencias, ciencias sociales, artes y humanidades– los campos en los que México contribuyó mayormente con artículos científicos en los pasados cinco años fueron agricultura, ciencias de la tierra y el ambiente, y ciencias biológicas.
Por ejemplo, los investigadores de China, que en 2003 tenían un 5.6 por ciento del total de los artículos científicos publicados, aumentaron su participación a 14 por ciento en 2012, mientras la producción estadunidense pasó en igual periodo de 33 a 27 por ciento.
México no podrá competir con los países que invierten en educación y en la formación de científicos. Especialmente aquellos que tienen una gran cantidad de población educada:
Este año, cerca de 7 millones de chinos se graduarán en la universidad, por encima del 1.1 millón de 2001. Se prevé que para 2020 los graduados universitarios chinos llegarán a 195 millones, más que toda la población activa de Estados Unidos de 2014.
China está pensando crear una una generación de trabajadores capaces de competir en tareas de alta tecnología. El objetivo es desarrollar industrias de servicios y pasar de la producción de productos de exportación simples a fabricar un mayor porcentaje de productos más complejos.
Mientras China tiene toma el desafío de crear miles de plazas para sus graduados, en México apenas se piensa en crear 500 plazas para jóvenes científicos:
El presupuesto para ciencia y tecnología de 2014 incluye una partida para abrir 500 plazas para jóvenes investigadores en diferentes áreas, informó José Franco López, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).
Sólo en Estados Unidos, dijo, hay 11 mil científicos mexicanos, número que representa más de la mitad de los 20 mil miembros del Sistema Nacional de Investigadores. No es la falta de talento lo que impide el crecimiento del sector, sino la falta de trabajos.
La AMC piensa que necesitamos comenzar temprano:
El diplomado La Ciencia en tu Escuela, que coordina la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), amplió recientemente su programa a prescolar.
Este esfuerzo responde a que, por un lado, las últimas tendencias de investigación en enseñanza de las ciencias recalcan que entre más temprano se empiece con la formación en ciencias y matemáticas, mejor se desarrollan las habilidades de pensamiento de los niños. Por otro lado, estamos actualmente en una reforma educativa cuyo plan de educación básica abarca desde el nivel prescolar obligatorio hasta secundaria, comentó Carmen Villavicencio, coordinadora del programa.
La Ciencia en tu Escuela para prescolar es un curso presencial de 120 horas distribuidas en 20 clases sabatinas de cuatro horas de duración y 40 de trabajo práctico fuera del aula dirigido a los maestros y maestras. Su estructura y contenidos van acorde con el Programa de Educación Prescolar 2011, el cual está organizado en seis campos formativos: lenguaje y comunicación; pensamiento matemático; exploración y conocimiento del mundo; desarrollo físico y salud; desarrollo personal y social; expresión y apreciación artísticas.
La teoría detrás de La Ciencia en tu Escuela sigue la corriente pedagógica denominada Enseñanza de la Ciencia Basada en la Indagación, una forma de enseñar ciencia donde se plantean problemas concretos e interesantes para los estudiantes, de manera que los aborden experimentalmente y se estimule su curiosidad y un aprendizaje más dinámico.
De acuerdo con Carmen Villavicencio, la curiosidad innata, característica de la edad en la que se encuentran los niños, favorece el trabajo con esta metodología. “Los niños chiquitos están en la etapa de creación de conceptos, en la de preguntar por aquello que les rodea. Todo eso ayuda para realizar las actividades y habilidades que necesitan y que preparamos para ellos.
La metodología busca que los niños empiecen a preguntar, a razonar y a dar explicaciones sobre ciertos temas que tienen que ver con ciencia y matemáticas, no pretendemos que lleguen al concepto científico como tal, pero sí que se acostumbren a pensar sobre cuestiones a su alrededor que tienen que ver con ciencia, aseguró.
Ya es momento de invertir en educación de buena calidad y el aprendizaje de la ciencia. El siglo XXI nos muestra que la economía favorece a los países mejor educados y que pueden aprovechar el conocimiento humano.
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