Recuerdo que mi paso por la escuela primaria y secundaria fue en una época de baja tecnología basada en el pizarrón, los cuadernos y el lápiz. No todas las clases eran interesantes, en realidad terriblemente aburridas. Encontraba mucho más atractivo aprender leyendo libros más complejos, ricos e interesantes, con autores que me comunicaban pasión, curiosidad, profundidad y presentaban al lector retos y preguntas inquietantes. Así que en comparación con las clases soporíferas, podía leer hasta altas horas de la noche. Como todo estudiante las horas de clase me parecían interminables y a los pocos minutos era más interesante dejar volar la imaginación, o realizar dibujos en los cuadernos. Pero lo realmente divertido eran los famosos "papelitos". Enviar mensajes a los compañeros, haciendo chistes o preparando las actividades para el recreo o la salida. Una actividad de muy baja tecnología.
Hoy las escuelas tienen retos más complejos, los niños y las niñas tienen acceso a artefactos de alta tecnología, como los teléfonos celulares, las computadoras o internet. Lo que no ha cambiado, parece ser, son las clases aburridas. Sin embargo, el uso de celulares en las aulas comienza a ser un nuevo conflicto. La escuela se prepara para la creación de reglamentos que impiden la utilización de la alta tecnología. Parece que la escuela resulta inmune al cambio tecnológico. ¿No será un reto más interesante el de incorporar las nuevas tecnologías en la vida cotidiana de los salones de clase? Al menos esta es la propuesta de la George Lucas Educational Foundation (GLEF). Una propuesta del famoso cineasta creador de Star Wars, que sufrió las mismas aburridas clases que todos hemos soportado durante nuestra estancia en la escuela.
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