Aparecieron varias notas sobre el empleo en México. Algunas de ellas se refieren a la falta de empleos, a pesar de los felices números que proporciona el gobierno federal, todos los sectores productivos se quejan de la falta de creación de empleos.
Otras presentan el desolador futuro de los jóvenes. Existen pocas vacantes laborales, y además, los empleadores y empresas no confían en la educación y capacitación que han obtenido los universitarios o egresados de los tecnológicos. Para acceder a algún posible puesto, se solicita “tener experiencia”, una experiencia que no se obtiene en la escuela, se obtiene en la práctica, sin embargo, los empleadores y empresas prefieren que sean otros los que capaciten a los jóvenes. Así no se “gasta” en capacitación, y se aprovecha la enorme oferta de “mano de obra” para obtener del mercado a los que cumplen con sus requisitos. Esta situación crea un círculo vicioso, no hay oportunidades para los más jóvenes, por tanto, no hay posibilidades de que desarrollen las habilidades y competencias laborales que requieren las empresas.
Por si fuera poco, también una paradoja está ocurriendo entre los veteranos, los que tienen entre 45 y 60 años. Los empleadores y empresas prefieren “importar veteranos” de otros países, especialmente de Estados Unidos, que contratar veteranos mexicanos, debido a que no tienen las habilidades, experiencia y competencias laborales que requieren sus organizaciones.
La paradoja laboral mexicana se traduce: No tengo empleo porque no tengo la experiencia, a pesar de tener las habilidades que se requieren. No permanezco en mi empleo porque soy veterano y no tengo las habilidades necesarias.
¿Cuál es la función del sistema educativo mexicano, si por un lado, no logra que los jóvenes se inserten con éxito en el ámbito laboral, y por el otro, no ha fortalecido espacios para la formación permanente de los más veteranos?
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