Los ciudadanos sufren los males de la ciudad, pero parece que no quieren, por lo menos de manera explícita, que la ciudad cambie. Piensan que no es posible lograrlo ya, pues están resignados. Entonces piden que al menos se pueda vivir un poco mejor en ella, que las privaciones sean aliviadas. Piden más servicios para soportar mejor el malestar de la ciudad.
Saben que los niños son lo que más sufren de la situación, pero no saben cómo ayudarlo y, entonces, cada más a menudo, deciden tener menos niños o no tener más. “¿Cómo se hace para tener niños en estas condiciones?”
La ciudad de México, que en algún momento de su historia fue conocida como “La Ciudad de los Palacios” o la “Región más transparente”, ha basado su desarrollo en el uso del automóvil. Cada día que pasa, cada semana, cada mes y cada año, es necesario crear más vías y más estacionamientos. Al mismo tiempo, es necesario alejar a los niños y niñas de las calles, que son inseguras y peligrosas, en gran parte, por el tráfico incesante.
Francesco Tonucci es el creador de una iniciativa para pensar e imaginar otro tipo de vida urbana. Recobrando la humanidad, con espacios y tiempo determinados por otro parámetro que no sea el del adulto, joven, trabajador y consumidor de servicios cada día más especializados. Tonucci nos recomienda, como un bálsamo para la barbarie metropolitana, que nuestro parámetro urbano deberían ser los niños y las niñas.
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