martes, febrero 16, 2010

de ciencia, obesidad y escuelas que venden comida chatara

La obesidad infantil es ya un problema de salud pública. Los cambios en la alimentación y el aumento en el sedentarismo produce no "niños gorditos", sino niños y niñas con problemas de salud crónica. Esto ya se ha documentado desde al menos 15 años. Sin embargo, se realizan pocas acciones de prevención. Por ejemplo, la ciencia no puede contribuir a mitigar y resolver este problema debido a que no tenemos un centro de investigación sobre obesidad y diabetes en México:

El científico Ranier Gutiérrez Mendoza planteó la necesidad de crear un Centro de Investigación para la Obesidad y Diabetes en México, donde se desarrolle conocimiento sobre estas enfermedades y tratamiento a quienes las padecen. El titular del Laboratorio de Neurobiología del Apetito del Cinvestav dijo que países como Estados Unidos cuentan con ese tipo de instituciones. En esos centros se podrían practicar cirugías bariátricas, que consisten en reducir el tamaño del estómago en mayor o menor grado como la denominada bypass-gástrico, que busca interrumpir el proceso digestivo anulando una parte del estómago y otra del intestino delgado. Gutiérrez Mendoza resaltó que en México "vas a pedir ayuda y lo único que te dicen es come saludablemente y has ejercicio", lo cual no resuelve el problema de que el país ocupe el primer lugar en población infantil.

La ciencia todavía es considerada por nuestros legisladores como un asunto complicado, irrelevante y poco útil (le siguen apostando a la buena suerte, la pata de conejo, las cartas, la quiromancia, etc.). Esta situación se mantiene debido a que la comunidad científica en México no asume como su responsabilidad crear comunicación y discusión con los tomadores de decisiones políticas en el territorio mexicano:

Al comentar que su libro Camino y destino es un recuento de su paso por la Secretaría de Salud, pero desde una perspectiva humana –no técnica–, Julio Frenk destacó la importancia de que las instituciones científicas asuman realmente un papel de asesoría para quienes toman decisiones. La comunidad científica se ha equivocado al quedarse en la publicación de artículos y pensar que con eso ya cumplimos nuestro rol social. Como país tenemos que fortalecer las instituciones científicas, como el Instituto Nacional de Medicina Genómica, para que nos den el conocimiento científico que luego se traduzca en estrategias nacionales. Ésa sería la fórmula para garantizar que, independientemente de quién esté al frente de las oficinas de gobierno, prevalecerá la ciencia sobre las fuerzas de transformación social negativas, como el racismo, la xenofobia, la discriminación y el fundamentalismo religioso, entre otros, que a lo largo de la historia han provocado millones de muertes y han coartado las libertades, y que de vez en cuando siguen asomando la cabeza.

Las escuelas de educación básica también contribuyen a este problema. Si bien se ha prohibido en las escuelas vender tabaco o alcohol, será mucho más difícil acabar con el negocio de los carbohidratos baratos. Se ha hecho uso y costumbre que muchas escuelas obtienen recursos extraordinarios (mucho más cuantiosos que los propios programas federales o estatales) por la venta de azúcares y harinas en las "tienditas escolares". La SEP se verá restringida a apelar a la buena voluntad de los centros educativos para disminuir el consumo de estos productos baratos (siempre disponibles para una sociedad que vive en crisis financiera desde hace 40 años). Esta medida sencilla es difícil de poner en marcha por asuntos culturales, políticos y económicos:

La Secretaría de Educación Pública (SEP) dejará que la comida chatarra, panes, galletas y refrescos se sigan vendiendo en las cooperativas escolares. De acuerdo con el documento de trabajo Lineamientos de comida y bebida que servirá para normar la operación de las tienditas establecidas en los planteles públicos y privados de educación básica, la SEP recomienda “disminuir y restringir”, “evitar” o “desalentar” la venta de refrescos o bebidas azucaradas. La dependencia propone convocar a los padres de familia para elaborar a diario una “olla escolar” que provea alimentos calientes a los estudiantes dentro de la escuela; sugerir la cantidad y tipo de bebidas que deben consumir a través de la difusión de una “jarra del bien beber” y de alimentos con un “plato del buen comer”. Con el propósito de revertir el grado de obesidad que afecta a los niños mexicanos y que coloca a México en el primer lugar con este problema de salud. Funcionarios de Educación precisaron que en este momento no se puede prohibir la venta de productos chatarra, refrescos, panes y golosinas en las escuelas, pero se están analizando, junto con la Secretaría de Salud, los términos legislativos y jurídicos del tema en su conjunto, así como los que involucran los aspectos sanitarios y de impacto a la salud. A fin de que los Lineamientos se conviertan en un acuerdo secretarial, la dependencia encabezada por Alonso Lujambio Irazábal inició también una consulta entre los gobiernos estatales.

Una segunda opción es que las escuelas aumenten el número de horas dedicadas a actividades físicas. Actualmente, para alcanzar una gran cobertura de la población infantil, las escuelas públicas tienen un horario muy corto (apenas suficiente para enseñar a un nivel demasiado elemental a leer, escribir y hacer algunas operaciones aritméticas). Sin embargo, esta opción se ve limitada por el poco interés en pagar más a los docentes o que los docentes trabajen más horas por el mismo salario. Así ni el sistema educativo ni los docentes pueden trabajar de manera conjunta para mejorar la calidad de vida de los estudiantes:

La apertura de escuelas de tiempo completo resulta una opción para combatir el sobrepeso en los infantes ante los altos índices de obesidad infantil que registra México, expuso la senadora Irma Martínez Manríquez. La legisladora consideró que el incremento en el número de menores con obesidad obedece a la venta y el consumo de productos altos en grasa, así como a la falta de actividades físicas en los planteles. "Desgraciadamente la escuela regular no tiene el tiempo; es muy corto el tiempo que los niños están en la escuela como para que haya actividades físicas todos los días o para proveer comedores". Ampliar los horarios de una escuela permite dedicar más tiempo a actividades físicas e impartir materias extracurriculares, como aprender un segundo idioma y tecnologías de la información, además de instalar comedores donde se brinde una alimentación balanceada.

Desde este punto de vista, existen condiciones limitadas para combatir la obesidad infantil desde la ciencia, la escuela y las empresas. Solamente queda en manos de las familias de resolver este problema. ¿Has dedicado algunas horas a la semana para jugar y hacer ejercicio con tus hij@s, sobrin@s o niet@s? ¿Piensas limitar las compras en la tiendita escolar?




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