Una de las razones por la que se generó la Revolución Mexicana, hace cerca de 100 años, fue la desigualdad, la segregación y la exclusión de millones de personas que vivían en las zonas agrícolas de nuestro país. Esta situación no ha cambiado de manera cualitativa, los niños y las niñas de familias migrantes reciben una educación de baja calidad. Parece que en 100 años los mexicanos no hemos aprendido la lección seguimos manteniendo un país desigual, inequitativo, con la esperanza de que lleguemos algún día a pertenecer a la aristocracia:
Para los niños de familias jornaleras migrantes, el sistema educativo es un espacio de reproducción de las condiciones de segregación y exclusión en que viven: toman clases entre moscas, en ocasiones ni siquiera cuentan con las galeras que les sirven de aulas y se ha llegado al extremo de que reciban –en los casos en que se les manda material– el frasco "más chiquito" de pegamento para todo el ciclo agrícola. De acuerdo con la evaluación externa del Programa de Educación Prescolar y Primaria Para Niñas y Niños de Familias Jornaleras Agrícolas Migrantes (Pronim) 2008, hay estados donde, pese a lo anterior, el gobierno federal sólo destinó un presupuesto de 934 pesos por niño. Aunque el informe no hace las comparaciones, este gasto contrasta con los 45 mil pesos que eroga anualmente el Estado en un alumno de educación superior, o los 14 mil pesos que destina para un estudiante del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica, que ya de por sí es la inversión más baja que se hace en relación con el resto de los subsistemas de nivel bachillerato.
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