La única tecnología que es aceptada en las escuelas mexicanas es el libro de texto. Esta herramienta ha cumplido 50 años. Sin embargo, no existe una discusión profunda en la sociedad mexicana sobre el tema. Los principales actores en la discusión son las autoridades educativas, los expertos en educación y curiosamente el SNTE. Pero, la educación pública es un asunto de todos los ciudadan@s. En la última década se ha puesto en tela de juicio su utilidad, sobre todo, porque en sus últimas ediciones existe una muy baja calidad:
Reunidos en el coloquio A 50 Años de los Libros de Texto Gratuitos, convocado por expertos de El Colegio de México, afirmaron que estos materiales didácticos viven el “momento más riesgoso de su historia” desde su aparición en 1960, ante el embate para poner en duda su eficacia y legitimidad como herramienta pedagógica indispensable para quienes cursan la educación básica en todo el país. Investigadores, profesores y ex funcionarios del sector educativo reiteraron la importancia y vigencia de los libros de texto gratuitos como un elemento didáctico fundamental, que “no debe desaparecer por ningún motivo ni estar sujeto a una agenda política o sexenal que éste por encima de su calidad y pertinencia”.
En esos 50 años, sin embargo, persiste la ideología mestiza, y hemos decidido ignorar a nuestros pueblos originarios. La visión moderna del territorio mexicano es unilateral, uniforme y homogénea:
Sin un reconocimiento pleno de la enorme diversidad lingüística en el país y su estrecha relación con el entorno social y cultural, asumir como propios los libros de texto gratuitos para alumnos y comunidades indígenas será un “reto inalcanzable”, pues en lugar de “retroalimentar los dialectos se acelera su desplazamiento”, afirmó Francisco Palemón Arcos, catedrático de la Universidad Pedagógica Nacional y maestro bilingüe en la comunidad de Acatlán, Guerrero. En su experiencia como docente en localidades donde predomina el uso del náhuatl, afirmó que los libros de texto “se diseñan bajo una sola visión de la lengua y pensando en español”, sin reconocer sus variantes lingüísticas, lo que muchas veces implica que el maestro abandone su uso, porque simplemente no se siente representado.
¿No resulta más atractivo investigar y adaptar el uso de internet a nuestro sistema educativo? Abrir los contenidos a la red de redes obliga de facto aceptar la diversidad, los puntos de vista contrarios, enfatizar las diferencias y poner acento en las cualidades. Abrir los contenidos también obligaría al sistema educativo mexicano a crear contenidos de alta calidad, ya que estaría bajo el escrutinio del planeta entero.
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