Las sociedades del siglo XXI requieren del desarrollo del conocimiento, la ciencia y la tecnología. Por ello, el bien más preciado será el talento, la inteligencia y la creatividad humana. Al contrario de los recursos no renovables, el talento y la inteligencia humana es un recurso renovable, que se puede desarrollar y cultivar. Sin embargo, en México tenemos un problema en dos niveles: a) nuestras creencias sobre la inteligencia; b) las creencias sobre la escuela. Estas creencias combinadas han evitado que nos preocupemos los niños y niñas que tienen talentos y gran inteligencia. Es apenas en el siglo XXI cuando un estudiante se puede graduar de la universidad a los 16 años, contra todo pronóstico y dificultades que plantea el sistema educativo mexicano:
En el 2011, Andrew Almazán Anaya se convirtió en el sicólogo más joven de México. Tiene 16 y a los 18 también será médico. Recibió la carta que acredita que cumplió con 100 por ciento de los créditos de la carrera de Sicología en la Universidad del Valle de México (UVM), en la mitad del tiempo de lo que le tomaría a un estudiante promedio. El niño genio, con 162 de Coeficiente Intelectual (IQ, por sus siglas en inglés), superior al de Albert Einstein, tuvo que enfrentar lo que casi todos los superdotados; un erróneo diagnóstico de Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH). Hasta los nueve años portó la etiqueta de insubordinado. Como pocos, sorteó un sistema educativo incapaz de detectarlo y darle seguimiento. La mayoría de los genios mexicanos ahí se quedan extraviados. Por eso, aunque genéticamente debería haber casi un millón de ellos, nadie sabe dónde están. Si hoy Andrew quisiera insertarse en un puesto de trabajo fuera del mundo de los superdotados tendría que pasar, de nuevo, por un camino difícil. Basta con que se pregunte ¿cuántos tocarían la puerta del consultorio de un sicólogo adolescente de 16 años? “Las instancias del Estado tenemos que voltear a ver el fenómeno en dos ámbitos: primero, en cómo le hacemos para acompañar a los niños que son capaces de terminar la primaria en tres años y la secundaria en uno y medio y convertirse en licenciados antes de cumplir 18 años; y luego, cómo los incorporamos al mercado laboral en una sociedad donde siguen existiendo paradigmas sobre todo aquello que sale de lo ordinario. “De pronto a un chico de 16 años le antepones un prejuicio por su edad y a lo mejor por la experiencia, y eso es discriminación”, dice Hilda Téllez, directora general adjunta de quejas y reclamaciones del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).
Su historia forma parte de millones de niños y niñas mexicanos que son ignorados por el sistema educativo y por la sociedad:
Almazán ha atraído la atención del país y declaró que se prepara para continuar con sus estudios en los campos de la neurociencia y la neuropsicología. Ataviado con corbata y bata de médico en su oficina del Centro de Atención al Talento (CEDAT), una pequeña escuela de aprendizaje para superdotados fundada por su padre y su madre hace un año, Andrew gesticula poco y habla rápidamente con los ojos fijos en su interlocutor. "Desde que era pequeño no sólo me ha gustado la medicina y la sicología, sino también la geografía, la astronomía, la historia, e incluso la filosofía. Pero como son varias áreas las que me han interesado, lo que me llega es a faltar tiempo para poderlas realizar todas", manifestó Almazán, quien confiesa que la mayoría de sus amigos son, cómo él, superdotados. Formado en el seno de una familia cristiana, este joven practica el piano y el hockey sobre hielo como pasatiempos, es cinta negra en taekwondo y le desagradan las redes sociales como Facebook. A los seis años ya había leído varias obras de Shakespeare, enumeraba huesos del ser humano y planetas, y exhibía una "memoria prodigiosa". A los nueve años los padres decidieron educar al menor en casa, al ver que en la escuela los niños lo aislaban y no jugaban con él, y después de que Andrew fuera diagnosticado con trastorno por déficit de atención. La preocupación por la educación de su hijo llevó a sus padres a fundar una escuela en la que enseñan habilidades especiales a menores con capacidades intelectuales superiores, empleando un método desarrollado por padre e hijo y que ambos bautizaron "el ordenamiento de las inteligencias". Con sólo doce años, Andrew Almazán ingresó en la universidad.
La gran mayoría de los niños y las niñas con talentos, gran creatividad e inteligencia prodigiosa en realidad encuentran poco que hacer en la escuela mexicana. Se encuentran atrapados en la monotonía y baja calidad escolar y en las creencias familiares que no saben cómo ayudarlos a desarrollar sus potencialidades:
En México, hay por lo menos un millón de niños genio, algunos de los cuales por desconocimiento, mal diagnóstico médico o falta de atención terminan siendo expulsados de las escuelas por ser “problemáticos” aseguró Asdrúbal Almazán, médico cirujano egresado de la UNAM y fundador del Centro de Atención al Talento (Cedat). “Si un menor es muy inteligente y en lugar de canalizarlo lo atacan, y recibe agresiones tanto de su familia como de sus compañeros y maestros. Ese es el problema de los niños sobredotados, básicamente que los aíslan de las escuelas, y como hablan de otras cosas y tiende al liderazgo, no todos los aceptan”. “Suele suceder que cuando se les diagnostica con déficit de atención e hiperactividad se les manda a terapia, prácticamente se la pasan sedados y consumen medicamentos que detiene su actividad y capacidad intelectual”. La capacidad de su cerebro trabaja a un ritmo más rápido, pasan de una actividad a otra porque terminan pronto, son muy motores, “se mueven mucho, se paran y hablan mucho también y se les cataloga también como niños enfermos… pero esto no es así, ya que los niños sobredotados preguntan mucho y siempre está ávidos de conocimiento”. Sobran ejemplos en México; Valery tiene únicamente cuatro años y se sabe los 118 elementos que contiene la tabla periódica, además de que ya sabe leer, resolver elaboradas operaciones matemáticas. Es la niña genio más jóven que ha detectado el Cedat. Dafne tiene nueve años, está por culminar la preparatoria y el próximo año iniciará la carrera de psicología. Las dos menores acuden al Cedat, donde a través del ajedrez, dibujos, juegos de acertijos, música clásica, rompecabezas de piezas grandes y diminutas, globos terráqueos, y bloques de plástico para armar, sin perder en absoluto divertimentos como correr, brincar y cantar, han logrado potencializar sus capacidades intelectuales que superan a la de un niño común . Ambas, como otra docena de menores que asisten a dicho centro, fueron calificadas como niñas problema e incluso con trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) porque se paraban de su lugar, distraían al resto de sus compañeros, o simplemente no hacían la lección por resultarles demasiado aburridas, varia veces pusieron contra la pared a las maestras por la cantidad de preguntas que no podían responder. Pero lo que parecía un problema de conducta y de salud mental para maestros del sistema escolarizado privado y público, en realidad se trataba de niñas sobredotadas, que tienen la habilidad de aprender jugando los países y sus capitales, cada hueso del esqueleto humano y animal, cuestiones de astronomía, historia, geología, biología, medicina, literatura e idiomas, sin someterse a arduas horas de estudio.
Talento, creatividad, innovación... palabras que aparecen una y otra vez en los discursos de las autoridades educativas, docentes, investigadores, empresarios. Palabras que no se aplican dentro de un sistema educativo de baja calidad que sigue funcionando con la metáfora de la fábrica, que no respeta ni le interesa el desarrollo de la inteligencia de cada uno de sus estudiantes. ¿Han diagnosticado a tu hij@, sobrin@ o niet@ como problema, que tiene problema de atención, que es demasiado inquieto? Documéntate, infórmate, explora en internet, quizá el problema es que es talentoso o tiene una gran capacidad cognoscitiva. Hoy necesitamos todo el talento y potencial humano para salir de este hoyo en el que nos encontramos.
PS. Un libro que vale la pena leer ya que muestra que una vida plena se encuentra, generalmente, después de dejar la escuela. ¿Por qué? Porque la escuela mata la pasión por el aprendizaje:
Ken Robinson (2010): El Elemento. Descubrir tu pasión lo cambia todo. México: Grijalvo.
1 comentario:
Chequen esta propuesta está buenísisma! http://on.fb.me/pdi2i23
Publicar un comentario