El mes de octubre no parece ser de buen agüero para las universidades mexicanas. Desde el conflicto en 1968 el viejo régimen genera conflictos en las universidades públicas a través de los recursos financieros (siempre escatimados) y con la creación de fuerzas de choque (porros). Después de la Universidad Michoacana y la UACM, ahora le toca a la UABJO:
Una gresca entre presuntos porros y estudiantes de la Facultad de Idiomas de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO) –que por la mañana habían tomado la ciudad universitaria– permitió a la policía estatal recuperar las instalaciones de la institución, con saldo de dos detenidos y tres heridos.
Alrededor de las 6 horas, alumnos de idiomas se apoderaron de las instalaciones universitarias para demandar reconocimiento al catedrático Rufino Vásquez Manuel como director de esa facultad y el desconocimiento del actual, Diego González Algara, lo que dejó a más de 20 mil estudiantes sin clases.
Dos horas más tarde un grupo de porros encapuchados ingresó al campus, prendió fuego a unas mantas que pendían de la reja y arremetió contra unos 30 estudiantes, uno de los cuales, Manuel Acevedo de San Miguel, fue golpeado en la cabeza con una barra de metal.
En la gresca se escucharon detonaciones de armas de fuego, por lo que policías estatales, autorizados por el rector Eduardo Martínez Helmes, entraron a la universidad. Los agentes detuvieron a dos presuntos porros no identificados que portaban armas blancas. Los estudiantes denunciaron que tres compañeros fueron golpeados.
Mientras el mundo se sume en una crisis mundial que provocará más inversión de las empresas para generar valor sin depender de la mano de obra humana, México mantiene un sistema universitario atrapado en el siglo XX disputando problemas no resueltos desde el siglo XIX. Los gobiernos federales y estatales siguen considerando a las universidades como lugares de control político y de formación de una masa insuficiente de profesionales que son poco útiles para la burocracia, las empresas maquiladoras y el comercio informal (únicas fuentes de trabajo disponibles para la inmensa mayoría de mexicanos que con pena terminan su educación secundaria).
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