Desde ya varias décadas el desarrollo artístico de México parece un zombie. En gran medida porque han desaparecido las ideas propias y no existe ninguna crítica interesante a la sociedad mexicana de los últimos 40 años. Después de la revolución mexicana, una fuente importante de ideas y críticas de la sociedad mexicana, el gobierno postrevolucionario ha apostado todas sus canicas en crear una república zombie a través de la televisión, usando las telenovelas, el fútbol y los noticiarios para adormecer a la sociedad mexicana que no termina de despertar de sus pesadillas. Toda la herencia de la cultura occidental europea está como muerto viviente y no hay una cultura mexicana que se muestre vital, incluso la música de banda ha muerto en medio de una inservible guerra contra el narco. ¿Cuántos mexicanos han asistido a la ópera en los últimos 25 años?
Un cadáver que camina es la metáfora que el crítico y escritor musical José Noé Mercado utiliza para describir lo que a su parecer es la ópera en México, la cual adolece y se anquilosa ante la disminución en la calidad artística y programática que ofrece, por la contratación de talentos nacionales que están en el extranjero, el recurrente desplazamiento de artistas mexicanos por extranjeros, los gastos excesivos en producciones, los pocos recintos culturales, los teatros sin autonomía de gestión y presupuestal, y las fallas estructurales repetidas cada periodo sexenal.
Por ello, escribió Luneta dos, libro que hace un recorrido histórico por la actividad operística, sus recurrentes interinatos a últimas fechas, la falta de políticas fiscales, la discontinuidad de proyectos, repertorios repetidos, favoritismos y camarillas, la falta de preparación de artistas nacionales, la migración de cantantes, la limitación de fondos.
Ahora, manifiesta, las políticas que se han aplicado en este género musical no responden a las inquietudes de los artistas mexicanos, quienes ven truncadas sus carreras, y a pesar de que existen nuevas propuestas, no encuentran los espacios o los apoyos necesarios para llevarlas a cabo.
Seguimos exiliando a directores de orquesta:
Ricardo Martínez vive en Praga. En noviembre de 2011, a los 25 años de edad, fue el director de orquesta mexicano más joven en debutar en la prestigiada sala de conciertos Carnegie Hall, en Nueva York.
Martínez, quien desarrolla su carrera bajo la guía del finlandés Jorma Panula, considerado uno de los mejores profesores de directores de orquesta del mundo, espera que para este año las autoridades culturales de México sean más serias y no le den la vuelta, como en 2012, cuando formó la Sinfonietta Veracruzana, integrada por 25 jóvenes de la Sinfónica de Jalapa y del Instituto Superior de Música. Fueron invitados por el centro Internacional para la paz, así como por el Festival Internacional de Sarajevo –que auspician la Unesco y la Unión Europea–, cuyo invitado especial era México; incluso se dedicó al país el póster oficial del encuentro, que tenía plasmado con un calendario azteca.
Dice que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) canceló el apoyo que nos brindaría dos semanas antes de la gira por esos lares de Europa oriental, sin importar que el Festival Internacional de Sarajevo estaba dedicado a México. De todos modos fuimos con la intención de presentarnos ante la gente de Bosnia. Sólo gracias al gobierno de Veracruz, que pagó los boletos del avión, pudimos realizar la minigira y ser la primera agrupación orquestal mexicana en los Balcanes. Ofrecimos tres conciertos: uno en Sarajevo, otro en Tuzla y un tercero para sobrevivientes de la guerra, ancianos olvidados en ese refugio. Desafortunadamente todo esto no se supo en México, relata Martínez.
Y los instrumentos musicales antiguos desaparecerán o serán comprados por museos en Europa y Asia:
Mientras que en Europa y Estados Unidos hay museos e instituciones dedicadas a la investigación y preservación de los instrumentos musicales antiguos, en México apenas existe una especialización, de seis meses, en conservación de estos bienes culturales, dentro del plan de estudios de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM).
Se trata de un Taller con casi diez años de existencia, que ha trabajado varios proyectos –el más reciente es la restauración del órgano de la iglesia de San Juan Bautista en de Tepemasalco, Hidalgo–, y es el único para toda la demanda del país. Jimena Palacios Uribe, coordinadora del Taller en la ENCRyM afirma que la conservación de un instrumento no sólo significa su reparación física sino completar los vacíos históricos con investigaciones académicas.
Las propuestas artísticas en México han muerto. El mecenazgo de los gobiernos revolucionarios acabó cuando se agotaron las ideas de misma revolución. Después el gobierno postrevolucionario mexicano se ha dedicado a crear una república zombie que no se ha dado cuenta de que no tiene nada nuevo que contar, que no tiene ideas para criticar el presente, que no tiene un horizonte de futuro que valga la pena explorar. No hay cine mexicano actual, no existe el teatro, la ópera está muerta, la música depende del chayote de televisa... ni la miseria ni la violencia ni la administración de la ignorancia provocan a los creadores y los jóvenes mexicanos viven anestesiados sin explotar su natural creatividad.
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