El reconocido director de orquesta Daniel Barenboim apuesta por la educación preescolar:
Barenboim, que estuvo a punto de ser declarado persona non grata en Israel en 2001 por atreverse a interpretar con la Staaskapelle pasajes de la ópera Tristán e Isolda de Wagner, el compositor preferido de Hitler, tiene una idea fija, que le ayudó a poner en marcha en Berlín, un proyecto casi tan revolucionario en la capital alemana como su famosa West-Eastern Divan: un kindergarden musical.
“Toda nuestra actividad musical pierde su función si abandonamos la educación musical de los niños”, dijo el músico cuando inauguró el Jardín de Infancia en la capital alemana hace dos años, una institución que pretende comunicar a un selecto grupo de niños de entre tres y seis años los secretos de la música, la magia de los instrumentos y algo tan banal como el ritmo y la danza.
“La meta es educar a los niños a través de la música”, dice Linda Reisch, responsable del Jardín de Infancia. “Los pequeños chupan la música como esponjas, pero no queremos formar pequeños Mozart, ni tampoco damos preferencia a niños prodigio”.
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