Hace unos pocos días se celebró el Día Mundial de los Pueblos Indígenas. Poco se mencionó en los medios nacionales, algunos presentaron las terribles condiciones que siguen prevaleciendo en nuestro país del que decimos que es democrático pero cotidianamente realizamos prácticas discriminatorias basadas en la lengua y el color de piel. Por ejemplo, en Carapan, Michoacán, son niños y niñas los que están realizando un esfuerzo por cambiar la dura realidad a través de la educación. Ni los adultos, ni las autoridades indígenas o mestizas parecen interesarse. Otro ejemplo de nuestro racismo es negar el nombre de una niña por ser de orígen otomí, el argumento sostenido por nuestras autoridades mestizas es que no se puede escribir en la computadora el nombre (parece más sencillo que los padres se resignen a cambiar el nombre de la niña por Jennifer, Leia, Harumi o Greta, nombres cuyo origen se encuentra fuera de las fronteras de México). El periódico El Excelsior presenta 5 narraciones de jóvenes indígenas que viven el racismo de nuestra sociedad mestiza.
Después de muchas dificultades se ha inaugurado la Universidad Intercultural de los Pueblos del Sur en el estado de Guerrero.
El gobierno del Distrito Federal publica en internet información sobre 150 pueblos originarios del lugar.
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