Francesco Tonucci en su libro La Ciudad de los Niños nos hace la observación de que hubo un momento que las ciudades representaban la seguridad, como en los cuentos infantiles nuestro miedo aparecía en el bosque tenebroso lejos de nuestro hogar. El nuevo siglo cuenta otra historia a los niños y jóvenes. Poco a poco las ciudades mexicanas declaran toque de queda para los niños y niñas como Matamoros y Aguascalientes. Los ayuntamientos de estas ciudades y las familias tienen miedo de los peligros de las calles. ¿Se justifican estos temores, contamos con datos e información pertinente? Los datos nos muestran que el 10% de los niños y niñas mexicanos son maltratados por sus familias. Desde la percepción de los niños, niñas y jóvenes los lugares más inseguros son el hogar y las escuelas. El toque de queda de manera paradójica los obliga a permanecer en esos lugares.
Las calles según el imaginario colectivo son fuente de riesgo para el aumento de las adicciones y la violencia. Los datos muestran un incremento del 20% anual de este fenómeno. En Nuevo León se aplica un programa que exige a los jóvenes a aplicarse el antidoping de manera voluntaria. La finalidad del programa es certificar a los jóvenes como libres de drogas para seguridad de sus padres, maestros y autoridades. La delegación de Iztapalapa del D.F. realizará 4000 exámenes antidoping a jóvenes de secundaria, aunque esto vulnere los derechos infantiles. En las escuelas públicas del Estado de México se instalarán 5000 botones de pánico. Desde el punto de vista del Instituto Politécnico Nacional (IPN) no se justifica el antidoping sin un programa educativo sobre adicciones. Y tampoco es suficiente el uso de la tecnología para combatir este problema.
¿Los temores a la violencia y adicciones impulsarán al gasto público del sector educativo hacia programas sociales y no a programas de mejora de la calidad educativa?
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