domingo, octubre 12, 2008

1968: la marcha del 2008, y el loco de la colina de San Jerónimo

La marcha, 40 años después, las mismas preguntas, la misma ausencia de respuestas. 40 años no son nada:

Con perdón de Pepe Alvarado, hay belleza y luz en las almas de estos muchachos vivos que, sin decir agua, toman la delantera sobre el Paseo de la Reforma y lanzan el primer grito de la tarde: “¡2 de octubre…!” Los históricos no se mueven. “Que se adelanten, no es programa de carreras”, dice sin preocupación alguna Raúl Álvarez Garín, líder del movimiento de 1968, y también aquí, en las inmediaciones del Museo de Antropología, donde parte una de las marchas por los 40 años de la matanza de Tlatelolco. “¡Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, que el pinche gobierno se tiene que morir!”, gritan, tras los primeros pasos, los nietos del 68. “Si se refieren al titular del poder ejecutivo federal, llegaron tarde”, dice un agudo observador, mientras se arma la descubierta de la marcha. Faltan muchos, pero están varios de los líderes del Consejo Nacional de Huelga, y algunos se impacientan porque los jóvenes se adelantan.

Fría, inevitable, cruel, regresa la noche. Y con ella el recuerdo. Y las preguntas sin respuesta. Y el dolor. Ahí está ya otra vez, puntual, la noche de Tlatelolco. La plaza está vacía. Se marcharon ya quienes estuvieron ahí para apretar el puño, para soltar palabras duras, para evocar. Y se quedó el silencio. Es un silencio que estremece, que grita, que golpea en la placa de piedra en la que escrito está el poema de Rosario Castellanos: “¿Quién, quiénes? ¡Nadie! ...” Dos de octubre. Cuarenta años después. Una jornada para conmemorar. Para exclamar cuarenta veces: “¡No se olvida!”.

Decenas de miles de personas marcharon en la capital del país para conmemorar la masacre del 2 de octubre de 1968. El Zócalo de la ciudad de México fue abarrotado por estudiantes, amas de casa, empleados públicos e integrantes de organizaciones sociales que se movilizaron en dos contingentes. Avanzaron por Paseo de la Reforma y las avenidas Juárez y Madero, donde se vieron pancartas en las que los manifestantes demandaban el cese de la represión gubernamental contra los movimientos sociales, libertad para los presos políticos y, sobre todo, textos en los que exigían castigo para los responsables de la masacre ocurrida hace 40 años en Tlatelolco.

Después, la masa tomó forma, pues llegaron estudiantes de la UAM y la UNAM, que lanzaban consignas como “educación, primero, al hijo del obrero; educación, después, al hijo del burgués”. La manta principal, sostenida por Jorge Morett y María de Jesús Álvarez, tenía una foto de Lucía y un letrero: “Por ti Lucía Morett, apoyamos tu regreso a la Patria. PGR, entiende: los estudiantes fueron víctimas, no delincuentes”. Todo iba bien… Proliferaban consignas. Don Jorge, mochila al hombro, sostenía la extensa pancarta plástica de la parte de en medio. “Lucía no es delincuente, ni los chavos asesinados lo eran”, dijo Jorge Morett. “Lo que están haciendo es criminalizar la conciencia y las ideas de izquierda”.

Conmemorando unos hechos que el poder pretendió borrar con ahínco y pésimos resultados, lo que se celebra cada 2 de octubre no es sólo una fecha inolvidable. Es un ser viviente, que durante 40 años ha significado muchas cosas. Y aún ahora, tan “oficial” que hasta el Senado guardó un minuto de silencio, se celebraron marchas de protesta en todo el país. Fue la hazaña de unos jóvenes que desafiaron al poder en un momento en que éste era presa de la paranoia. Díaz Ordaz y Echeverría siempre se dijeron convencidos de que se trató de una “conspiración contra México” (o sea contra ellos). Que actuaron con patriotismo. Si los orígenes del movimiento parecieron banales, es lo de menos. Los estudiantes vieron que le habían abierto un boquete al todopoderoso muro del poder priísta, se plantaron delante y supieron estar a la altura de las circunstancias.

“Y ahora, ¿cuál fue la orden, oficial?”, preguntó el funcionario público que con un póquer de identificaciones gubernamentales logró sortear los cercos policiacos y militares para acercarse hasta el departamento donde vivían sus hijos y su ex esposa, en uno de los edificios aledaños a la Plaza de las Tres Culturas, el 2 de octubre de 1968. “Tirar a lo que se mueva, mi jefe”, fue la respuesta parca del militar. Los tlatelolcas nos habíamos empezado a acostumbrar a ese barullo, pues, semanas antes, la defensa infatigable de la Vocacional 7 —que se extendía a lo largo del pasillo que lleva del ahora Eje Central hasta la plaza— por sus alumnos, había llevado a nuestros ojos y oídos escenas de la represión que se acrecentaba en contra del movimiento. Estudiantes, granaderos, bombas molotov, manifestación, ejército, Díaz Ordaz, presos políticos… el léxico cotidiano se incrementaba como nunca entre esas familias que, por el simple hecho de vivir a unos pasos de la plaza, nos habíamos vuelto espectadores a la fuerza.

Secuelas del movimiento estudiantil del 68:

A 40 años del movimiento estudiantil de 1968, sus protagonistas afirman que aquella revuelta social modificó no sólo la concepción personal y social sobre la participación política de las mujeres, también planteó sus derechos sexuales y reproductivos. La ex diputada federal Marcela Lagarde señala que a las mujeres del 68, las que lo vivieron de la casa a la calle, la generación de la píldora, la de las marchas y los Beatles ya nada pudo regresarlas a las “camisas de fuerza”, rompieron con el autoritarismo familiar. El movimiento abrió también cauces al erotismo, a las relaciones en la pareja, aun cuando no se modificaran de fondo, pues no había nacido el nuevo feminismo, no teníamos aún palabras propias. Había contradicción entre lo que vivían en el Movimiento y lo que vivían en sus casas, con sus familias, autoritarias y con muchas restricciones. Vivimos de manera muy clara la represión sexual, el veto a lo erótico, señala Lagarde, quien actualmente preside la Red Nacional de Investigadoras por la Vida de las Mujeres.

La ministra Olga Sánchez Cordero indicó que el caso de la matanza del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco ya fue del conocimiento de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), por lo que difícilmente volverá a ser discutido por ese tribunal. Agregó que en los casos de este tipo lo más recomendable para sanar las heridas del pasado es la creación de una comisión de la verdad, como se hizo en África, Europa y Latinoamérica. “Estas comisiones de la verdad en otros países han resultado muy benéficas, porque han estado cicatrizando heridas causadas mediante movimientos como el de nosotros en el 68”.

El movimiento estudiantil de 1968 debe salir del referente del 2 de octubre para iniciar una reflexión más allá de mitos, martirologios y telarañas construidas a su alrededor, afirmó Silvia González Marín, historiadora de la UNAM. Señaló que nadie sabe cuántos muertos hubo, pero cada quien maneja cifras a su libre albedrío. El sociólogo Sergio Zermeño preguntó: “¿por qué a 40 años de ese movimiento impera en nuestro país un pensamiento de confrontación?” Y él mismo respondió: “porque el movimiento estudiantil de 1968 no iba en dirección de la democracia; el Consejo Nacional de Huelga, más que un espacio democrático, funcionaba como un soviet supremo”.

Con marchas, minutos de silencio, coloquios, exposiciones fotográficas y debates sobre la matanza que ocurrió el 2 de octubre de 1968 y las condiciones que desembocaron en un acto de represión de esa magnitud, se recordó en los estados la noche de Tlatelolco. A 40 años de la matanza en la plaza de las Tres Culturas y a 17 días de los atentados terroristas en la plaza Melchor Ocampo, de Morelia, un contingente de unos 10 mil jóvenes, estudiantes, docentes de la sección 18 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, líderes sociales y normalistas marcharon este 2 de octubre en Morelia, donde exigieron al gobierno federal que no militarice Michoacán justificándose en los ataques con granadas que dejaron ocho muertos y 132 heridos la noche del pasado 15 de septiembre.

40 años después, la CIA afirma que fue engañada por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz... mmm... no podrían haberlo dicho ante la comisión de la verdad...


Meses después de la matanza del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, los servicios de inteligencia de Estados Unidos descubrieron que fueron engañados por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, al detectar que nunca hubo vinculación “entre la revuelta estudiantil y el comunismo internacional”, aseguró Kate Doyle, jefa analista de política externa para América Latina del Archivo Nacional de Seguridad estadunidense. “La información de Estados Unidos nos permitió saber que la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) estuvo vinculada hace 40 años con las autoridades de México, y que Díaz Ordaz jugó un papel de informante para ese organismo. Meses después del 2 de octubre se pudo ver un cambio en el análisis de los órganos de inteligencia (estadunidenses), tras darse cuenta que no fue cierta la información que dio México sobre los orígenes del movimiento estudiantil”.

El PRI (ahora, según sus propias palabras, un partido social demócrata) acepta el golpe autoritario... (que parece que tolera el uso de la violencia como un mal necesario, y el asesinato como un delito leve):

La oposición de izquierda en el Senado exigió ayer al gobierno reconocer que la masacre estudiantil de 1968 fue un crimen de Estado sin castigo. En respuesta, el PRI admitió que sí fue un “golpe autoritario”, pero el país reclama hoy a todos actuar con generosidad y responsabilidad. Cuarenta años después de la matanza de Tlatelolco, los senadores llevaron sus memorias a tribuna, luego de que el pleno guardó un minuto de silencio a los estudiantes asesinados. El priista Francisco Arroyo Vieyra fijó la postura del PRI. Dijo que “la conmemoración” del 2 de octubre es una cicatriz producida por “un golpe autoritario de una extrema carga ideológica” y se vale reivindicar lo que algunos jóvenes del 68 querían como una conquista de la sociedad que hoy afortunadamente se tiene para todos.


Mientras tanto, uno de los principales espias de la CIA y que ya nos enteramos a la que también traicionó, el expresidente Luis Echeverría vive "haciendose el loco" y con la fantasía de haber salvado a México de las ideas "extranjeras"... hoy dice la CIA que todo fue una mentira:

Un total de 820 días con sus noches se han ido sin que Luis Echeverría Álvarez haya puesto un solo pie en la calle. Desde el 1 de julio de 2006 su casa, marcada con el número 131 de la calle Magnolia, se convirtió en su prisión. La mayor parte de esos días y noches, el ex presidente se la pasa más en su alcoba que en otro sitio de su inmensa propiedad, repleta de árboles y follaje. La razón, dice su personal de seguridad, es porque “el señor tiene mal estado de salud”. Por eso cada vez que sale a tomar el aire fresco en su jardín, lo hace en silla de ruedas. “Pocas, muy pocas son las veces que lo hace a pie”. Así se le han ido al ex jefe del Ejecutivo federal los 820 días más recientes de su vida, desde que fue notificado por agentes del Ministerio Público federal de la orden de aprehensión en su contra por el delito de genocidio que se le imputa por el asesinato de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlateloloco hace ya 40 años.

Todavía se busca llevar a juicio al expresidente en España para que siga la misma suerte que Pinochet... habrá que ver cuantos personajes del gobierno siguen siendo espías de la CIA:

Integrantes del Comité 68 buscarán llevar el juicio contra Luis Echeverría por genocidio y desaparición forzada a los tribunales de España, donde se logró abrir el proceso contra el dictador chileno Augusto Pinochet. Félix Hernández Gamundi, representante del comité, aseguró durante la conmemoración de la masacre estudiantil en la Plaza de las Tres Culturas, que el ex presidente y entonces secretario de Gobernación es una amenaza y un peligro para la democracia y la seguridad del país. Consideró que la pena que purga en su domicilio es “ilegal, pues Echeverría debía haber pasado una prueba psicológica y haber demostrado que no es un peligro para la seguridad nacional”.

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