México es un país de tremendos contrastes, de una lógica de realismo mágico y la insensatez de un país recién nacido. En la reciente historia podemos encontrar a un preso que ha leído 800 libros y ha ganado premios literarios, y a un aspirante a ser presidente de una república que no recuerda tres libros que hayan influído en su vida.
Una de las grandes historias que se cuentan en la historia oficial de México es el ideal de Vasconcelos de llevar la alta cultura europea a todos los mexicanos:
Los Clásicos Verdes de Vasconcelos vuelven a circular en el país con la primera reedición facsimilar de la colección de 17 volúmenes de 12 autores, y la cual, según el historiador Enrique Krauze, fue parte de la gran oferta educativa autónoma en la nación del entonces secretario de Educación Pública.
“José Vasconcelos priorizó la lectura a la estética y las aulas. Hoy, debemos seguir este mensaje del filósofo: primero los libros en la nación”. Esta edición completa, la primera en 90 años desde que en los años 20 del siglo pasado se imprimió por vez primera, contiene entre otros libros a La Iliada y La Odisea, de Homero; Vidas Ejemplares, de Romain Rolland; Fausto, de Goethe; La Divina Comedia, de Dante. La edición es un esfuerzo conjunto de la SEP, UNAM y el Fondo de Cultura Económica y estará a la venta en las librerías del FCE del país. El actual secretario de Educación Pública insistió en la necesidad de impulsar la lectura como una forma de desarrollar la inteligencia y fortalecer las habilidades de la comunicación.
Lejos de los ideales de Vasconcelos se encuentran los aspirantes a la presidencia mexicana, lejos de los libros, lejos de las necesidades de millones de mexicanos, envueltos en la alta jerarquía política que sigue los usos y costumbres del virreynato de la Nueva España. Por otro lado, tenemos a un prisionero ilustrado, ávido lector:
Estaba parado, en la entrada del auditorio, en una posición relajada, erguido, como lo impone la disciplina yogui. Le daba la vuelta a una hoja del libro Campo Santo, de W. G. Sebald, su más reciente lectura de las 800 que calcula han pasado por sus manos en los últimos 15 años y medio, tiempo que lleva preso en el Reclusorio Sur. Enrique Aranda Ochoa saluda con seriedad. Su mirada taciturna y barba de candado le dan un aire de intelectual, que parece disfrutar y explotar al hablar de todos sus estudios y 13 premios en diversos géneros literarios. El más reciente: el premio nacional México Lee, organizado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), primer lugar que compartió con José Luis Esparza en la categoría de otros espacios, con el libro club que tienen desde hace 11 años dentro de la cárcel. Enrique admite que no sería tan prolífico en la literatura si no estuviera preso, pues considera que “afuera seguramente estaría leyendo, estaría escribiendo, pero de ninguna manera en esta medida ni con esta trascendencia”. Comenta que escribir poesía, cuento y novela son una medida compensatoria al perder la libertad, pero, agrega, no sólo es eso, otros satisfactores son las clases de yoga que imparte a más de 20 internos y el taller de creación literaria, a un número similar de alumnos. “Me da gusto ver cómo chavos que eran adictos a la cocaína, al cemento, o que andaban muy deprimidos, se han recuperando, cómo se va fortaleciendo su espíritu. (...) Este tipo de cosas no las hubiera tenido allá afuera, seguramente, siendo honesto”. Acusado de secuestro en 1996 y sentenciado a 24 años y medio por delitos del fuero común, más seis años en el orden federal, Enrique habla de sus estudios en psicología, con dos posgrados, uno en su profesión inicial y el otro en letras modernas. Como pasante de la carrera publicó su primer libro en la editorial Trillas Anamnesis. Psicología de la memoria y el olvido, y desde la cárcel: seis primeros lugares más siete entre segundas y terceras posiciones en diversos concursos nacionales, como los de poesía “Salvador Díaz Mirón”, de cuento “José Revueltas” y hasta de teatro y el Bicentenario de oratoria.
Está por publicar vía internet su tercera novela (dos anteriores siguen inéditas), cuyo título tentativo es “El final de los tiempos (Wakilkin: sexto sol maya)”, sobre la cultura ancestral del sureste del país y parte de Centroamérica. En el año 2000, Enrique Aranda leyó en un periódico una convocatoria para formar un libro club; se comunicó al entonces Instituto de Cultura del DF, ahora Secretaría, y pidió formar uno en el Reclusorio Sur. La respuesta fue negativa, pero no cejó en su intento y cuando explicó que no hablaba un funcionario penitenciario sino un interno, entonces le hicieron caso. Incluso, el fallecido Alejandro Aura, entonces titular de la dependencia, acudió a inaugurar el centro, con un acervo de 500 textos, que se incrementó a 600 con todo y las pérdidas y se espera aumente más después del premio que recibieron, pues varias instituciones prometieron hacer donativos. Once años después vio otra convocatoria, ahora a nivel nacional del concurso de Conaculta México Lee y decidió inscribir el proyecto. Ahí fue donde inició la participación de José Luis Esparza Flores, quien es técnico penitenciario en el Reclusorio Sur, donde imparte clases de teatro. Ambos ganaron el proyecto al integrar como parte de las actividades del libro club, talleres de lectura, creación literaria y de teatro. José Luis relata que fue a última hora en que lograron registrar el proyecto, por lo que pensaron que tendrían pocas posibilidades, pero grande fue su sorpresa, cuando la hermana de Enrique le comentó que se habían comunicado de Conaculta para informarles de la decisión de los jueces. El 17 de noviembre Esparza recibió los diplomas y 30 mil pesos del premio.
Con presos ilustrados y con políticos alfabetos no funcionales, se exige en este país la lectura. De otro modo seguiremos atrapados en el mundo del siglo XVI:
El escritor peruano-español Mario Vargas Llosa afirma que al leer “nos preparamos para combatir la injusticia”. El Nobel de Literatura 2010, quien se encontró con los libros a los cinco años de edad e hizo de ellos un refugio que lo resguardó del autoritarismo y la violencia de su padre, piensa que la literatura “es un arma maravillosa que hemos encontrado para hacer menos profunda e irreversible la injusticia”. La narradora rumano-alemana Herta Müller, Nobel de Literatura 2009, concibe a la lectura como un consuelo en medio de la dictadura que vivió en su país. “Creía que si leía podía entender mejor la vida. Desde niña me sentía sola. Y cuando empecé a leer experimenté una unidad y una belleza del lenguaje que me decían quién era yo. La literatura me reconfortaba y me hacía resistir”.
Este poder de la lectura, tan presente en el mundo intelectual, no es evocado de manera constante en el ámbito de la política; y, cuando esto sucede, al menos en el caso de los políticos mexicanos, es sinónimo de problemas, como lo ejemplifican los recientes comentarios en que estos actores han confundido a autores de libros.
“La verdad es que los políticos no leen. Lo que es evidente es que quieren quedar bien con los posibles votantes que tienen una cultura literaria. Todos sabemos que a los políticos les leen los libros sus asesores y les hacen tarjetitas para que se enteren de lo que se tratan. No leen, por eso no pueden recordar los títulos o los autores. Es falso que tengan un vínculo estrecho con los libros. Lo triste es que esto no es una anomalía, sino una constante”, comenta Juan Domingo Argüelles.
El experto en el tema de la lectura, agrega que tal vez los políticos mexicanos “leyeron, como casi todos en México, con la lectura por obligación, que no deja ninguna huella en nadie. La escuela no hace lectores, no los forma. Ese es el gran problema”.
Y a pesar de que vivimos en una democracia (todavía frágil) y se afirma que se respetan los derechos humanos, en realidad, todavía aceptamos que la democracia es aquella que funciona para el "hombre promedio" olvidando a los ancianos, niños, mujeres, personas con discapacidades, personas con alta inteligencia y grupos minoritarios. Por ejemplo, no interesa mucho la edición de libros en braille. Y pronto las nuevas tecnologías impedirán que se editen libros para personas con limitaciones de su vista:
Salvador pensó en matarse cuando le dijeron que perdería la vista debido a la diabetes que padece y que le ha dejado una visión acaso de 15%; sin embargo, conoció a Melesio, un trabajador invidente de la Biblioteca Vasconcelos que le está enseñando a leer y a escribir en braille. Ser un discapacitado visual en México es tremendamente complicado, no sólo porque las instituciones educativas apenas empiezan a ser inclusivas y no cuentan con libros, cursos y evaluaciones pensados para esos ciudadanos, sino también porque la oferta de entretenimiento no es tan amplia. Los discapacitados visuales no tienen grandes opciones, ninguna editorial comercial se interesa en publicar libros para ellos.
Marco Antonio Bautista asegura que, por encima de México, deben tener más producción de libros en braille en Brasil, Argentina, Uruguay, Cuba, Chile y Colombia, indudablemente. “Nosotros somos un país que dentro de América Latina debemos estar ocupando el noveno o el décimo lugar en la producción de libros en braille”.
Se calcula que en México 10% de la población tiene una discapacidad y que de ese 10%, hay 10% de personas con discapacidad visual. Según Bautista, “sería un millón de personas con algún tipo de discapacidad visual”.
En ese México real, sólo organizaciones de asistencia pública con capacidad económica tienen posibilidades de adquirir una impresora “baratita” -casi todas provienen de Estados Unidos- cuyo costo supera los 3 mil dólares, ya con ella imprimen libros, que sobre pedido solicitan particulares o instituciones.
“No hay institución que se dedique a producir libros para su distribución; el Comité Internacional Pro Ciegos era el lugar que tenía más libros en braille, tiene una biblioteca más o menos amplia pero algunos son libros muy viejos, tienen los clásicos pero son ediciones muy antiguas”, dice Marco Antonio Bautista.
Llegó el 2012 y con él, las promesas de candidatos que se vanglorian de la ignorancia, que siguen apostando por la ignorancia. ¿Y tú en qué tipo de país deseas vivir? ¿Qué piensas del nivel educativo actual? ¿Te parece importante que las personas puedan seguir aprendiendo a través de la lectura? ¿Son los textos algo que te interesa? ¿Vas a seguir votando por las promesas o las caras bonitas de los comerciales de los partidos políticos?
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