Desde hace 20 años los gobiernos federal y estatales han fomentado la educación superior privada:
En México se vive un creciente proceso de “industrialización” de la educación superior privada, que se caracteriza por su transformación en bien de acceso particular, es decir, en “mercancía que se produce, distribuye y consume en un circuito económico de baja regulación pública, lo que permite su expansión y consolidación”, afirma Adrián Acosta Silva, catedrático de la Universidad de Guadalajara.
Esta estrategia ha generado que las universidades privadas formen profesionales, sin embargo, estas universidades no producen nuevos conocimientos, ni el capital intelectual necesario para las emergentes sociedades del conocimiento:
De acuerdo con el Plan Nacional de Educación 2007-2012, el crecimiento del sistema particular en el nivel superior es significativo en el nivel licenciatura y el posgrado. Actualmente, 44 por ciento de los estudiantes de educación superior están en un centro privado. En total hay mil 892 instituciones de educación superior, de las cuales mil 179 son particulares “de diversos tipos”. El plan señala que “muchas” de ellas ofrecen una buena formación académica, pero indica que “existe, sin embargo, una importante carencia, puesto que sólo unas cuantas realizan investigación, lo cual restringe su capacidad de formar mejores profesionistas, así como de impulsar el desarrollo regional y nacional”.
Sumada a esta seria deficiencia, el sistema económico y social no genera los empleos para los jóvenes mexicanos:
Al menos 40 por ciento de la población en edad de laborar, pero que no cuenta con empleo, son jóvenes de entre 20 y 29 años, de acuerdo con cifras de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS). En este fenómeno están involucradas 640 mil personas, de las cuales 83 mil son profesionistas sin experiencia laboral
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