El sistema escolar es un espejo de la sociedad mexicana. El acoso no es un fenómeno nuevo, lo que es novedoso es que aparentemente se presta atención al asunto (y se usa el anglicismo bullying como un gancho estilístico para nombrar algo que en castellano se conoce desde hace mucho tiempo). Una sociedad que se basa en el autoritarismo no puede tener la seguridad de que las escuelas sean un "oasis democrático y de respeto a los derechos del niño y los derechos humanos". Es más, los medios impresos y electrónicos transmiten el acoso, el abuso y el autoritarismo que emerge en "tiempos electorales". El discurso de todos los partidos políticos en voz de sus representantes es de imposición, desprestigio, abuso, fuerza bruta, golpeteo, amenazas, etc. Todo ello, en nombre de la democracia. Se hace todo lo contrario a una deliberación abierta y razonamiento público. Y las escuelas mexicanas son un laboratorio social que reproduce a escala las formas y prácticas sociales en los niños, las niñas y los jóvenes. Ni las escuelas privadas ni las escuelas públicas escapan de reproducir nuestra sociedad autoritaria:
Los casos de bullying o acoso escolar en México no sólo son privativos de las escuelas públicas. Un ‘test’ de agresividad entre escolares, que se aplicó entre los alumnos de 100 escuelas públicas y privadas, permitió conocer que también en los colegios particulares existe esa práctica pero, a diferencia de las escuelas del gobierno, en los colegios lo ejercen, mayoritariamente, las mujeres. El estudio, realizado por Francisco de Zataráin, presidente de la Fundación Contra el Bullying AC, permite identificar los casos de acoso y obtener estadísticas del fenómeno por salón de clases, lo que permite establecer que mientras en los planteles de gobierno el acoso y agresión tienen que ver con la pertenencia a un grupo de barrio o con ser novio de la chica más guapa, en los de paga están relacionados con la posición económica. En los colegios privados los niños, pero principalmente las niñas, molestan a sus iguales por la marca de ropa, si tienen dinero, si salen de viaje en vacaciones o los lugares que visitan.
Este fenómeno es costoso para la sociedad mexicana, no solo para los estudiantes:
Más de ocho mil niños han sido canalizados al Centro de Integración Juvenil de San Juan de Aragón por bullying para recibir atención sicológica, indicó la directora de Desarrollo Social en la delegación Gustavo A. Madero, Nora Arias Contreras. La funcionaria agregó que el hostigamiento a los alumnos en las escuelas obliga a la coordinación estrecha de maestros, directivos, padres de familias, a los gobiernos delegacionales y de la capital a trabajar en la formación plena de nuestros estudiantes. Señaló que durante la actual administración han sido reforzados los talleres para combatir ese problema en las 428 escuelas públicas de educación básica de ese perímetro, incluyendo jardines de niños, primarias y secundarias. Alertó que “con las nuevas tecnologías de internet, pueden videograbar las acciones de violencia y subirlas a las redes sociales. Eso hace que esos jóvenes agresores tengan sus cinco minutos de fama y quieran ser reconocidos o respetados mediante esa condiciones”.
Parece que la escuela no es la institución que posea los mecanismos para crear una sociedad plenamente democrática que valore los derechos del niño y los derechos humanos. Es la propia sociedad mexicana la que tiene que buscar otros espacios sociales para lograr este cambio. El problema del autoritarismo está en la familia, en las relaciones con los amigos, en el trabajo. Si estas relaciones no cambian, la escuela seguirá siendo el laboratorio para reproducir el acoso y la violencia entre los mexicanos.
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