El crecimiento y transformación de la población en México ha sido formidable en las últimas décadas. Dos cambios como ejemplo, el primero es reconcer que la educación temprana es fundamental para el siglo XXI; por ello, se promovió la obligatoriedad de la educación preescolar. La evidencia es clara, una educación preescolar de buena calidad ofrece a los niños y las niñas mayores posibilidades para el éxito en la vida adulta. El segundo ha sido el crecimiento de las ciudades mexicanas. En pocas décadas pasamos de ser un país rural, a un país urbano. Hemos abandonado las zonas rurales que cada vez tienen poblaciones muy reducidas y dispersas. Esto afecta principalmente a los asentamientos de los pueblos originarios. En muchos lugares los niños y las en edad preescolar tienen que recorrer kilómetros para llegar a un Jardín de Niños:
Investigadores de la Secretaría de Educación Pública de Hidalgo propusieron gestionar ante el Congreso de la Unión que la educación prescolar no sea obligatoria en la zona otomí-tepehua, pues la dispersión de sus 393 comunidades, el alto grado de marginación, la desnutrición y la escasez de recursos impiden cumplir este requisito. Un estudio para la elaboración de un programa educativo en esa región, encabezado por Atilano Rodríguez Pérez, asesor de la dependencia, concluye que se debe dejar a los padres de familia la decisión de enviar a sus hijos al jardín de niños.
¿Cómo resolver este dilema?
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