Por encima del sindicato, los estudiantes activistas de la UNAM constituyen un factor de poder que determina el destino de los rectores de la máxima casa de estudios. Ahora, es ese fantasma del activismo estudiantil el que ronda en el campus como un factor de incidencia en la decisión de la Junta de Gobierno sobre quién será el próximo rector.
A pesar de la apertura democrática que ha vivido México en años recientes, el sistema de elección de rector en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se mantiene como un arcaísmo con nulas posibilidades para la comunidad universitaria de incidir en la decisión, establece el investigador Imanol Ordorika. Por ello adopta esa comparación de que la Junta de Gobierno (JG) –el órgano encargado de designar al rector de la máxima casa de estudios– es como un consejo cardenalicio encargado que nombra al jefe de la Iglesia católica.
Roberto Rodríguez, especialista en educación superior del Instituto de Investigaciones Sociales, está convencido de que en los ocho años recientes “la UNAM salió a relucir” por una gestión acertada, la atinada proyección de su imagen y los resultados del trabajo realizado desde hace tres décadas. Sin embargo, traza dos imperativos para quien ocupará la rectoría de la institución a partir de noviembre. El primero, acotar el poder que ha alcanzado la burocracia y ponerla al servicio de la academia; la segunda, sacar del “abandono” a las licenciaturas, situación que contrasta con la atención que han recibido el posgrado y la investigación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario