El bono generacional de la juventud se percibe con temor más que como esperanza, en sociedades que viven mucho más en toda la historia humana parece que la juventud genera incertidumbre y temor. Nuestras sociedades no le ofrecen oportunidades de aprender y desarrollarse:
Inició el examen de admisión al nivel superior 2008-2009 del Instituto Politécnico Nacional (IPN), que presentan este fin de semana 72 mil 890 aspirantes a una de las carreras que se imparten en sus 24 escuelas. Este centro de estudios es la institución de educación superior tecnológica con la mayor cantidad de programas avalados por su calidad, y 92 por ciento de sus estudiantes cursan una carrera acreditada por su excelencia académica. El Politécnico oferta 20 mil espacios educativos en 65 carreras de nivel licenciatura en las áreas de Ingeniería y Ciencias Físico-Matemáticas, Médico-Biológicas y Ciencias Sociales y Administrativas.
Con una población de 150 millones de jóvenes, de los cuales poco más de 33 por ciento no estudia ni trabaja, el principal reto para los países iberoamericanos no sólo es aplicar políticas públicas transversales para atender la emergencia juvenil, sino reconocer que “un foco rojo es la práctica educativa, donde el joven sencillamente es un extraterrestre, porque no se tiene idea de quién es, y esto nos puede condenar al subdesarrollo”, alertó Eugenio Ravinet, secretario general de la Organización Iberoamericana de la Juventud (OIJ). Destacó que actualmente hay un “divorcio” entre las sociedades y sus jóvenes, pues a pesar de que “nunca antes en nuestra historia como naciones habíamos tenido un número tan importante de jóvenes, debido al bono demográfico, también prevalece una mayor indiferencia hacia sus necesidades, que los hace prácticamente invisibles”. En nuestras sociedades, indicó, no hay ni las ganas ni el interés de comprenderlos o de dialogar con ellos, y son “pocos los estados y los políticos que tienen claro que son la clave del futuro, por lo que hay que invertir decididamente en ellos para garantizar que tengan acceso a las mejores condiciones de formación, y con ello fortalecer la construcción de una mejor sociedad para el futuro”.
“Un mundo que te saca girando de tus sueños diezmados,/ tu miseria y tu odio nos matarán a todos,/ así que píntalo de negro y recupéralo./ Gritémoslo claro y fuerte/ desafiantes hasta el final, recibiremos el llamado/ a seguir adelante.” (De Welcome to the black parade, de My Chemical Romance.) “Bienvenido al desfile negro”, según el lado de la edad y de la rabia donde nos encontremos, es un sombrío paraíso donde jóvenes víctimas del suicidio pasan el resto de la eternidad con otros chicos excluidos que gustan de la misma música o, en términos más prosaicos, el contagioso título de uno de los álbumes de rock que más adeptos han conquistado en años recientes. En días pasados ha venido creciendo la inquietud en Inglaterra por la presunta amenaza que para la juventud de la nación representa el emo, moda musical no tan novedosa que ha ganado una tribu creciente y fiel de seguidores, reconocibles al instante por su adhesión a los jeans ligeros, los flecos largos y negros y una permanente expresión taciturna.
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