La economía del siglo XXI depende del conocimiento, los elementos que en el pasado funcionaron para algunos países como el territorio, el petróleo y la industria ya no son los que enriquecen a una nación. Se afirma que la moneda de cambio en la economía mundial es el talento y la innovación.
Aunque México ocupa el lugar 14 en las economías más grandes del mundo, esto no se refleja en la inversión en ciencia, tecnología e innovación. Dentro de los países que conforman la OCDE, México es de los más rezagados, al invertir un 0.46% del Producto Interno Bruto (PIB), cuando la media es de 2% y en algunos casos, como en Corea del Sur, llega hasta 4%. Pero para aprovechar el conocimiento y fomentar la innovación se requiere de tener un sistema educativo de buena calidad y que la sociedad en general aprecie el conocer, el aprendizaje y la sabiduría. En México esto no ocurre, por alguna razón poco razonable los mexicanos somos lectores no funcionales, no leemos ni en defensa propia:
Los mexicanos leen un promedio de 2.94 libros al año. La cifra no ha cambiado desde que en 2006. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Lectura 2012 señala una reducción en el número de quienes leen libros y que la lectura sigue siendo una actividad estrictamente escolar. La Encuesta Nacional de Lectura 2012, realizada entre el 25 y 28 de agosto pasado, consta de 89 preguntas, que incluyen el contexto del hogar y otras de carácter individual extraídas tanto de la ENL 2006 como del Cuestionario para el Estudiante de la Prueba Internacional para la Evaluación del Estudiante 2009, así como preguntas de uFnLectura.
Este cuestionario incluye por primera ocasión preguntas relacionadas con la escritura, y se levantó a escala nacional con una muestra de 2 mil casos, a personas mayores de 12 años que saben leer y escribir. El margen de error es de +/- 2.19 por ciento. Cuando en 2006 se preguntó usted lee o no lee libros, 56 por ciento de los mexicanos decía que leía libros, en 2012 es de 46 por ciento.
En cuanto a libros por hogar, tres cifras: 56 por ciento de los encuestados dijeron tener entre uno y 10 libros; 21.5 por ciento dijo que entre 11 y 20, y 2.7 tiene más de cien libros que no son escolares.
El hábito de la lectura está presente entre la muestra de 12 a 17 años, pero va perdiéndose con la edad. La falta de tiempo para leer es el motivo más mencionado por el que se abandona el hábito. Tenemos un pendiente clave de formación de lectores autónomos desde la etapa escolar, la mayoría cuando abandona la escuela dejan de leer.
Lorenzo Gómez Morín, presidente de FunLectura, que trabaja a favor del fomento, dijo que entre los principales resultados del estudio está que “en México se lee menos, que la lectura sigue siendo un asunto estrictamente educativo y que el acceso a la cultura escrita está seriamente restringido para la mayoría de la población”. Lorenzo Gómez Morín aseguró que en cuanto a las capacidades y actitudes en relación con la lectura “los mexicanos leemos menos que antes”, lo que es consistente con los datos sobre la disminución de 10% de la población que ya no lee, a excepción del grupo de 12 a 17 años, que lee un poco más comparado con las otras edades.
¿Por qué los mexicanos no disfrutan de la lectura ni utilizan esta herramienta cultural para profundizar en su conocimiento, en su desarrollo personal y laboral, para adquirir maestría y sabiduría? Quizá es tiempo de revisar todos esos usos y costumbres que siguen vigentes desde el Virreynato de la Nueva España. Por ejemplo, el uso y aplicación de las leyes sigue favoreciendo el autoritarismo y la opacidad del sistema legislativo. Seguimos pensando que el saber y el conocimiento es un asunto de ciertos expertos y no de una sociedad democrática. Seguimos pensando que el saber es puro poder y tiene que ocultarse de los demás. Y las escuelas siguen privilegiando los errores de redacción utilizados por el arcaico sistema autoritario de la Nueva España:
Magistrados reconocen que la forma técnica en que se redactan las sentencias provoca que resulten incomprensibles para el grueso de la población, por lo que es necesario utilizar un lenguaje claro.
La magistrada del Tribunal Electoral del DF (TEDF) Aidé Macedo, reconoció que históricamente el lenguaje técnico y especializado que se utiliza en la redacción de las sentencias, las hace incomprensibles para la mayoría de la población y las aleja de los procesos de democracia y transparencia, que se fomentan en los órganos de justicia electoral.
Dijo que el uso de un lenguaje claro en las sentencias no solo mejora la comunicación con los ciudadanos sino que también legitima la actuación de los jueces, ya que "reduce la discrecionalidad, fomenta la transparencia y certeza jurídica, alienta la confianza en las instituciones y fortalece nuestra democracia”.
En el marco del primero Coloquio Internacional sobre Lenguaje Claro, convocado por el TEDF, la doctora en Lengua Española de la Universidad de Barcelona, España, Estrella Montolío, señaló que los errores más comunes que cometen los tribunales al redactar una sentencia y convertirla en algo incomprensible al público es teniendo frases y párrafos largos con una sola oración, usan latinismos o palabras arcaicas, gerundios, problemas de sintaxis, construcción narrativa y más de un tema, en un mismo párrafo.
La gramática nos hace una especie que puede crear cultura, una cultura que puede heredarse sin depender de los genes. Pero los mexicanos no hemos logrado de apropiarnos de esta poderosa gramática, seguimos sin profundizar en el conocimiento de nuestra gramática. No aspiramos a desarrollar nuestra sabiduría. Pero todo puede comenzar al disfrutar la lectura. ¿Qué tal si en lugar de mirar las superficiales telenovelas o los aburridos partidos de fútbol de la liga mexicana te decides por leer algún buen libro?
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