Los medios impresos han estado publicando una serie de notas sobre la atmósfera de violencia que rodea a las escuelas mexicanas. Los asesinatos, las extorsiones, los golpes, las adicciones, son fenómenos que se ha asentado en la cultura mexicana. No hemos avanzado en la protección de los ciudadanos y el respeto a los derechos humanos:
El sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación en Morelos reconoció que se incrementó la violencia en las escuelas de los municipios de Cuernavaca y Jiutepec. En días recientes, unos 200 estudiantes de la secundaria técnica 28, en Jiutepec, protagonizaron una pelea campal con un grupo de pandilleros, en la que agredieron incluso a policías municipales. El incidente terminó con la presencia de cuatro menores ante el juez calificador, varios heridos y quejas de padres de familia ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Los jóvenes aprehendidos aseguraronn que no participaron en el zafarrancho, y los padres de familia —quienes acudieron al plantel por el llamado de sus hijos— denunciaron abuso policiaco. De hecho, los estudiantes revelaron que desde el ciclo escolar pasado habían denunciado al presidente municipal de Jiutepec, Rabindranath Salazar Solorio, la presencia de grupos de pandilleros que suelen agredirlos; sin embargo, la presencia de los elementos policiacos ha sido nula.
El Instituto Tamaulipeco de la Juventud (Itjuve) pidió sancionar al director de la secundaria uno de Matamoros que suspendió a 15 estudiantes por depilarse las cejas y, para justificar el castigo, argumentó que esa es una práctica “exclusiva de mujeres o jóvenes con tendencia homosexual”. Efraín Hernández, director del Itjuve-Matamoros, señaló que la sanción a los escolares, aplicada el 15 de diciembre por órdenes del director Rubén Reyes Urbina, exhibe una actitud discriminatoria. “A nadie se le puede negar el derecho de entrar a un plantel nada más porque luce diferente al resto de los alumnos o porque decidió hacer un cambio en su persona; vemos a todas luces una discriminación que preocupa pues se trata de un centro formador de personas que no está en las mejores manos”. Repudió el castigo impuesto a los menores, de entre 13 y 15 años de edad.
En Coahuila, Jardines de niños, primarias y secundarias del municipio de Torreón pararon ayer clases y con ello adelantaron el periodo de vacaciones tras la serie de extorsiones contra los profesores a quienes les exigen su aguinaldo. De acuerdo con las autoridades, este tipo de situaciones contra el magisterio es considerado inédito. Hasta el momento, los maestros desconocen qué tipo de organización delictiva realiza las extorsiones; sin embargo, algunas personas de este gremio, quienes pidieron reservar su identidad, pidieron a las autoridades capturar a los agresores, puesto que los alumnos también corren peligro. De esta manera, en el municipio, 11 escuelas suspendieron sus clases, luego de detectar las presencia de desconocidos merodeando varios planteles.
Esa atmósfera también se respira en el hogar:
En su mundo de terror y fuego sólo queda una estrella. Es muy blanca, pero se está apagando. Iván no quiere que se extinga y dice que lo evitará porque ese lugar es su corazón. Tiene ocho años de edad y durante siete, junto con su mamá, fue víctima de violencia. Los golpes que su padre le daba con el puño cerrado y le dejaban moretones en cualquier parte del cuerpo eran parte de su cotidianidad. “No sabía que mi hijo estuviera tan dañado, y es mi culpa”, dice su madre. Todo, por querer dar a sus hijos “una familia, un padre y una casa bonita”, pero “no lo hice; sólo acabé con su niñez”, se lamenta Rosa. Llora cuando recuerda que ni siquiera fue capaz de defender a su hijo. Rosa, Iván y Frida, ésta de cinco años, se encuentran en el refugio de la Fundación Diarq, institución de asistencia privada, adonde llegaron el día en que ella decidió terminar definitivamente la relación con su esposo, después de que éste golpeó de nuevo a Iván porque, según aquél, el niño no supo hacer las sumas que le habían dejado de tarea en la escuela. Rosa se había ido a trabajar y cuando llegó a casa, su hija le contó la forma como Martín, su marido, golpeó a Iván: con el cinturón, le lanzó objetos y con los puños le pegó en el estómago. Además, durante seis horas obligó al niño a realizar las operaciones aritméticas “para que aprendiera”.
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