viernes, abril 15, 2011

¿Se puede fomentar la lectura en un país que no tiene librerías?

Durante largo tiempo los gobiernos federales y estatales, las escuelas y los ciudadanos han deseado que México sea un país de lectores. Año con año nos angustiamos del poco interés en la lectura. Pero la angustia no resuelve gran cosa cuando el libre mercado ha hecho muy poco para que existan suficientes librerías en el país. Esta idea de que el libre mercado mejorará la calidad de vida de los mexicanos resulta ilusa y hasta obtusa cuando no existen mecanismos para generar capacidad de compra. El pensamiento mágico de los mexicanos afirma que con el libre mercado y con salarios miserables, administrando la pobreza, con una calidad educativa baja, sin respetar los derechos humanos, se crearán bibliotecas en todos lados. La realidad es que no hay librerías en el país:

El escritor Juan Villoro señala que no puede haber muchos lectores en México cuando 94% de los municipios del país no tiene librerías, y mucho menos si el 57% de las personas nunca ha pisado una librería. “El panorama hoy es mejor que hace veinte años, sin embargo, el público lector no ha crecido de manera exponencial, porque en todo caso deberíamos tener millones de niños lectores y no los hay”. Añadió que “La lectura acompañada antes de dormir, por ejemplo, es la salida más efectiva para crear lectores, ya que la lectura se transforma en una variante del cariño”, señala. Lo mejor que le podría suceder a un niño es que un padre, una madre o los abuelos le lean cuentos porque eso automáticamente convierte el arte y la lectura en una forma de afecto, de tal forma que cuando los niños son adultos encuentran un eco de aquella primera voz que les asoció la imaginación con el aprecio y el cariño. Ésa es la manera más firme de patentar lectores.

Las campañas de fomento a la lectura ha funcionado mejor con los niños, pero todavía siguen creándose programas y proyectos basados en "echarle ganas" y no en actividades de largo plazo con personas que también se van formando y desarrollando en su trabajo:

De nada sirven decenas de campañas de fomento a la lectura si en México esos programas no cuentan con promotores con formación teórica y práctica. Abundan los proyectos, pero la propuesta de formar a esos intermediarios o mediadores que están entre los libros y los niños aún es muy incipiente, no hay una política de estado, sino proyectos aislados. Desde 2010, el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, en colaboración con el Instituto de Investigaciones Estéticas y a Leer/IBBY México, emprendieron el primer diplomado “La literatura infantil, una puerta a la lectura” y hace apenas un mes, el Conaculta, a través del Programa Nacional de Salas de Lectura, junto con la Universidad Autónoma Metropolitana, dio inicio al Primer Diplomado para la Profesionalización de Mediadores de Lectura. Si en este último proyecto los primeros beneficiarios del diplomado son precisamente los más de 3 mil mediadores de lectura voluntarios del Programa Nacional Salas de Lectura, en el diplomado de la UNAM son todas las personas interesadas; en lo que coinciden es que ambas propuestas son pioneras en el estudio de la literatura y ofrecen herramientas de promoción de lectura y de reflexión sobre los procesos lectores.

No nos acercaremos a ser una sociedad basada en el conocimiento siguiendo el anticuado modelo presidencialista del siglo XX. Este modelo ha dictado por más de 40 años lo siguiente:

1. Cree ciegamente en el libre comercio, adelgaza el gobierno y restringe el financiamiento público a los ciudadanos y a las organizaciones civiles.

2. Sigue ciegamente el control socialista de tener bajos salarios, con altos impuestos, poca transparencia, administrando la pobreza.

Esas dos premisas nos mantiene como una una sociedad poco educada y tremendamente desigual.



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