El sentido común y la investigación científica lo afirman:
Para que la educación básica cumpla una función instructora que incorpore a la niñez a la sociedad de una manera saludable, deben cumplirse condiciones fundamentales: instalaciones dignas y clima educativo apropiado con elementos pedagógicos que faciliten el proceso de enseñanza-aprendizaje. Cuando estos elementos se conjuntan, pueden lograrse “mejores ciudadanos”. Así lo considera Rafael Aréstegui, director de Educación Básica de la Secretaría de Educación del Distrito Federal. Las instalaciones de las escuelas deben ser físicamente seguras y amables, considera el funcionario, pues de lo contrario, no se logra el aprendizaje por parte de los menores, quienes pueden percibir un entorno inseguro e incómodo. Eso influye en sus procesos de apropiación de los conocimientos.
La realidad mexicana es otra:
De acuerdo con estadísticas de la Secretaría de Educación Pública, de las 170 mil escuelas de educación básica del país, 102 mil tienen infraestructura deficiente, pero sólo se atenderá a las 6 mil peores durante este ciclo escolar con una partida extraordinaria de mil 700 millones de pesos, adicional a los 5 mil 500 millones de pesos etiquetados para la rehabilitación de todos los planteles en el ejercicio fiscal de 2008. Como parte de la Alianza por la Calidad de la Educación se estableció la urgencia de rehabilitar 6 mil escuelas de más de 33 mil 500 que se ubicaron con las peores condiciones. 23 mil de ellas no tienen sanitarios, los techos son de palmera, los pisos de tierra o no tienen luz, entre otras carencias.
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