Hace 50 años los jóvenes eran un peligro para México, en el 2008 también:
Al recibir en la Cámara de Diputados el Premio Nacional al Trabajo Científico Mexicano –que incluye la presea Chichén Itzá–, el arquitecto Armando Franco Rovira aseguró que en la aprobación del proyecto arquitectónico para la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el gobierno federal se opuso a la construcción de un espacio específico para dormitorios a estudiantes extranjeros y de provincia, “porque consideró a los alumnos como un peligro para México, al igual que décadas después se le consideró a Andrés Manuel López Obrador”. El arquitecto, quien junto con dos condiscípulos más de la Escuela Nacional de Arquitectura presentó y ganó el concurso para el proyecto del plano de conjunto de Ciudad Universitaria en 1947, aseguró que los arquitectos Mario Pani y Enrique del Moral, entonces profesores de esa institución, los desplazaron del proyecto con el argumento de que no tenían título profesional.
Aunque hay algunos logros indiscutibles, la sociedad mexicana todavía está muy lejos de los objetivos que proponía el Movimiento Estudiantil de 1968, dijo el investigador Daniel Cazés, quien inauguró ayer un ciclo de conferencias magistrales en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco. “Aprendimos muchas cosas del 68 y después queríamos todo de inmediato, luego fuimos viendo que lo que hay que hacer es construir. Llevamos 40 años de construcción y todavía estamos muy lejos de donde nos proponíamos. Aprendimos a organizarnos, discutir, estar en contradicción, complementarnos, redactar nuestras ideas, manifestar nuestras exigencias y negociar”.
Los números dicen más de mil palabras:
El gobierno federal realiza este año inversiones en equipo para las fuerzas de defensa y seguridad por más de 27 mil millones de pesos, casi dos veces el presupuesto de la Universidad Nacional Autónoma de México, para tratar de contener una criminalidad que hasta ahora no ha dejado de agravarse. El último año se perpetraron un millón 578 mil 680 delitos del fuero común en el país, lo cual significó un incremento anual de 10 por ciento, en un entorno de deterioro de los indicadores de ingreso, empleo, seguridad laboral y oportunidades de desarrollo personal.
Hasta el 12 de agosto de 2008, Día Internacional de la Juventud, un tercio de la población de entre 15 y 29 años en Iberoamérica no estudia ni trabaja y en México no sólo el desempleo afecta a los jóvenes: de este sector, apenas 21% son usuarios de internet, su tasa de mortalidad materna supera a las de El Salvador y Nicaragua, somos la novena nación —de 22 países— con más indigentes y, en México, ser pobre es la primera causa para sentir discriminación. Este panorama es tan sólo un avance del Segundo Informe de la Organización Iberoamericana de la Juventud (OIJ), en el que, además de la pobreza, se incluye la falta de educación y ser mujer entre los mayores motivos para sentirse segregados en el país.
“En cuanto a la escolaridad de los jóvenes de 15 a 24 años, se estima que sólo 6.3 por ciento no ha concluido la primaria y prácticamente uno de cada tres declaró no haber terminado la secundaria. Entre los adolescentes (15 a 19 años) el 94.5 por ciento ha concluido la escuela primaria, mientras que para el siguiente grupo de edades (jóvenes de 20 a 24 años) este porcentaje disminuye a 92.7. La diferencia entre ambas cifras refleja un avance de los adolescentes con respecto a los jóvenes” revela Gobernación. La tasa de inscripción escolar de los adolescentes en las áreas urbanas (100 mil y más habitantes) es cuatro veces mayor que la observada en las zonas rurales. En la educación superior la tasa de inscripción en las grandes concentraciones urbanas es trece veces mayor que la rural.
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