Como nuestros antepasados Aztecas, seguimos en la edad de piedra en ciencia y tecnología:
La falta de recursos para la investigación científica también afecta a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pues 80 por ciento del presupuesto destinado para la ciencia va directamente al pago de salarios y prestaciones de los docentes y científicos, mientras que el resto es para proyectos de ciencia.
“México necesita científicos, y una forma de atraerlos es mediante libros amenos que hablen de ciencia”, expresó Norma Ávila Jiménez durante la presentación de Breve historia de la astronomía en México (2007), primer esfuerzo editorial conjunto del Instituto de Astronomía y la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM. La periodista Ávila Jiménez reconoció que en México “la ciencia está olvidada desde hace varios años. Es urgente que reciba más presupuesto, porque para ser un país de primer mundo tiene que desarrollar la ciencia. Si no, no pasamos del tercer mundo. A veces el gobierno prefiere comprar tecnología en lugar de generar la propia y de desarrollar la ciencia que tenemos”.
Entre 15 y 20 años es el tiempo que necesitarán los nosocomios del sector público en México, antes de ser llamados hospitales del futuro o digitalizados. “El principal factor es la falta de inversión en el sector, la burocracia e intereses políticos de nuestros gobernantes”, menciona Javier Iribarne, analista de investigación de Frost & Sullivan. Para el especialista, el gran reto que se tiene ante el uso de tecnología para el sector salud, es que se empezó tarde y, al igual que México, muchos países latinoamericanos están sometidos a los intereses políticos y ciclos de gobierno con inversiones a corto plazo, en vez de proyecto de nación.
En países como Finlandia, Suecia o Japón los usuarios de internet pueden gozar de plataformas en telemedicina, educación a distancia o el desarrollo de pequeñas y medianas empresas vía digital, entre otros beneficios. En México, en contraste, nos limitamos a funciones básicas y de entretenimiento como el empleo del correo electrónico, crear perfiles en las redes sociales; descargar música o ver videos. De acuerdo con los especialistas, una de las causas por las que los internautas mexicanos nos encontramos en la “edad de piedra” en plena era tecnológica es por el alto costo del servicio de conexión a la red.
Nuestros vecinos de la Iberia se insertan más fácilmente:
Maestros de educación básica de Madrid compartirán los conocimientos que han desarrollado sobre el uso y la aplicación de las tecnologías de la información y comunicaciones (TIC) a través del programa EducaRed, que encabeza la fundación Telefónica. Chavela Dragoevich, coordinadora del programa, aseguró que para finales de 2008 se iniciará una red a través de internet con América Latina, como una forma de transmitir los conocimientos que han aplicado en el uso de la tecnología con fines educativos. “Se está desarrollando un proyecto tecnológico y pedagógico que permita que los maestros que trabajan en las escuelas que pertenecen al programa, compartan sus conocimientos y mejores prácticas”.
La biblioteca virtual Miguel de Cervantes, que difunde la literatura y las letras hispanoamericanas en todo el mundo, ha superado por primera vez las 500 mil páginas web diarias servidas con éxito a lo largo de un mes. Según fuentes de la biblioteca, con sede en la Universidad de Alicante (este), el pasado mes de mayo se cerró con 16 millones 951 mil 799 consultas, lo que arroja una media diaria de 546 mil 832 visitas, cifra superior al anterior récord, conseguido en abril con 14 millones 702 mil 271 visitas.
El libro impreso aún patalea con fuerza:
El libro como objeto no ha desaparecido, tampoco los periódicos, pero sí resulta indispensable que busquen la coexistencia con las nuevas tecnologías, asegura el historiador Roger Chartier.
Los avances tecnológicos transcurren y las discusiones acerca de la muerte del libro como objeto se incrementan. Algunos presumen, pero nadie afirma de forma categórica cuál será el futuro de la cultura impresa. “La cuestión, ahora, no es sobre la muerte del libro, sino la coexistencia, la búsqueda consciente e inconsciente de relaciones entre diversas formas de publicación”.
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